Amigo incondicional, buena persona, un gran señor: son las frases que a dos años de tu partida me siguen testimoniando cuantas personas te conocieron.
Ni qué decir lo orgulloso y honrado que me siento de pertenecerte como hermano, un hermano que lo único que recibió de ti en la vida que vivimos juntos fue cariño, respeto y admiración. Y fíjate lo que es la vida hermano mío, que tú que siempre quisiste estar al margen de cualquier protagonismo o alabanza, deseando y jactándote siempre los que fueran los tuyos los merecedores, sin darte cuenta con esa aptitud te fuiste haciendo más y más grande para todos los que te conocimos, quisimos y entendimos.
Es así que a día de hoy sigas estando para todos en el escalafón más alto y admiración de todos los tuyos. Esposa, hijos, nietos y demás familia. Dos años ya sin tenerte. El sentimiento de pena y tristeza sigue siendo el mismo aunque el carácter haya cambiado y nuestro semblante se haya adaptado a esta nueva situación, son muchas las vivencias y buenos momentos los que vivimos juntos y cuando menos lo esperamos salen a flor de piel y nos embriaga la añoranza.
A buen seguro que ahora estarás más distraído ya que tenemos la seguridad que se encuentra contigo nuestro hermano Antonio, el cual considerabas otro hijo para ti. Y desde la tristeza que te habrá producido el reencuentro con él, sé también que gozarás de una compañía como bien lo hacíais cuando estabais con nosotros.
Este año sin duda alguna, una Navidad doblemente triste: no os tenemos con nosotros. Intentaremos aceptarlas y vivirlas de la mejor forma posible por los más jóvenes, los niños, los que aún no tienen asumida la consciencia de la partida. Y al mirar a ellos pensaremos en vosotros, en ti, en los nuestros, lo que a buen seguro estáis rogando por todos nosotros.
Buen hermano, quería desearte que el Señor te de la paz eterna que tanto mereces. Descansa en la paz del Señor.