El pasado cuatro de marzo, murió en el Hospital de Móstoles nuestro apreciado Maestro José Domínguez Rodríguez (1933-2022) y al día siguiente su cuerpo fue incinerado en Parla (Madrid) donde había vivido los últimos años.
En su personalidad humana destacó el carácter afable, entrañable sencillez y capacidad de comprensión y solidaridad, cualidades que captaron la admiración y el afecto de quienes lo tratamos.
Dotado de preclara inteligencia y vastísima cultura humanística, impartió enseñanza de las lenguas clásicas en el almeriense Colegio La Salle. Y Licenciado por la Facultad de Teología de Cartuja (Granada) nos enseñó Teología Dogmática en el Seminario Mayor de Almería donde desempeñó, además, otras responsabilidades.
En su docencia teológica, imbuida de una profunda religiosidad -no carente, por otra parte, de sutil espíritu hipercrítico-, destacaba, junto a su sólida preparación remota, el innegable conocimiento de los más actuales, avanzados y vigentes estudios teológicos y bíblicos. Y sus clases, preparadas a conciencia e impartidas desde el saber profundo y la cercanía, evidenciaban la más genuina dimensión de la palabra Maestro.
Pero su gran capacidad de trabajo y más intenso compromiso lo empleó en su total y desinteresada dedicación a la formación de militantes obreros que lucharan por sus derechos laborales y, simultáneamente, por la restauración de la democracia, laudables preocupaciones a las que dedicó todas sus energías. Este periodo de su vida ocupa todo el tardofranquismo y primeros años de la neodemocracia.
Sus vivencias de la problemática obrera, su identificación con las aspiraciones sociales y la denuncia de las carencias políticas constituyeron su permanente preocupación. Y desde su arriesgada implicación activa en la consecución de estos propósitos, siguiendo –y aun sobrepasando- la doctrina del Concilio Vaticano II, fue testigo excepcional del final de la intrahistoria de la España franquista y de la crispada Transición vividos desde su ejemplar compromiso político y social. Compromiso que lo condujo a ser Consiliario de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) en Almería y Andalucía, primero, y más tarde en el ámbito nacional.
Durante los convulsos años sesenta, setenta y primeros ochenta fueron innumerables sus conferencias, seminarios y cursillos sobre temáticas social, laboral y la incipiente Teología de la Liberación. Igualmente son numerosísimas -en ese tiempo y sobre esos contenidos- sus publicaciones en la Editorial ZYX.
Su contribución fue sin duda trascendental para la difusión y consolidación no solo de la más avanzada doctrina social y de la lucha por los derechos de los trabajadores sino para la formación en círculos cristianos progresistas, de quienes, muerto el Dictador, contribuirían decisivamente al advenimiento y consolidación de la democracia.
Frente a esta total entrega y ante la imposibilidad de difundir libremente los principios y valores de su ideario por la incomprensión y severo enfrentamiento con la jerarquía eclesiástica optó por la secularización, ya sobrepasados los cincuenta años.
Gracias a su enorme capacidad de trabajo, privilegiada inteligencia y extensos conocimientos previos en breve tiempo cursó la Licenciatura en Filosofía, obtuvo la Cátedra de Instituto ejerciendo hasta su jubilación de Profesor en diversos I.E.S. Pronto conoció y contrajo matrimonio con Bosque, quien ha sido su fiel compañera hasta su muerte.
Simultáneo con la docencia, después de su jubilación se integró –con ilusión y a tiempo completo-, en un Grupo de profesores comprometidos con los Movimientos de Renovación Pedagógica Escuela Abierta, de Getafe.
Inagotable lector, pensador y escritor publicó numerosos artículos, ensayos y libros sobre Pedagogía, dos de ellos han quedado preparados para su edición; y cumplidos ya los ochenta años defendió con brillantez su Tesis Doctoral en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada.
Su vida, ejemplar en todos los órdenes: humano, profesional y cristiano, dejó una huella imborrable en el imaginario de quienes fuimos sus discípulos. Por ello fue, sin duda, referencia inexcusable para quienes pretendían dedicar su vida a la transformación de la sociedad.
Por su indiscutible capacidad de líder somos muchos sus deudores -tanto entre sus alumnos como en el mundo obrero- por su contribución tanto al nacimiento de sindicatos de clase como a la recuperación de la democracia, que hoy disfrutamos.
Muy apreciado maestro has vivido y has muerto con el indudable reconocimiento, aprecio, admiración y sincero agradecimiento de cuantos tuvimos la fortuna de recibir tu enseñanza y tu ejemplo. Fuiste y serás nuestro maestro y amigo del que, agradecidos, siempre guardaremos un vehemente y merecido recuerdo.