Cuarenta años sin él, sin nuestro padre, Jaime Ruiz Martínez, pero cuarenta años acordándonos prácticamente cada día de algunos de sus recuerdos, detalles, anécdotas o cualquier aspecto de los vividos junto a él. Muy pronto se fue, con sesenta años y con un legado entonces de tres hijos, y una nieta de casi cuatro meses; hoy su legado hubiese sido de tres hijos, Marisú, Paqui y Tomás, cuatro nietas, Maise, Ana Gemma, Gezabel y Alba y cuatro biznietas, Mar, Cayetana, Julia y Cora. Todas ellas oyen constantemente hablar de su abuelo o bisabuelo Jaime y de su esposa Ana Joaquina, la Juaquinita para el pueblo y la Nana para nuestra familia.
Jaime, el del bar, el del ‘Museo de las tapas’, fue un hombre hecho a sí mismo, luchador a la fuerza ya que muy pequeño quedó huérfano de padre y tuvo que cambiar la escuela por el trabajo para que su madre, nuestra Yaya, pudiese sacar adelante a sus hijos. La mayoría de sus trabajos fueron en la hostelería, trabajando tanto en Garrucha, donde precisamente muchos años después yo he ejercido como docente, como en Cuevas del Almanzora, siendo camarero desde muy pequeño y luego adquiriendo ese mismo negocio en propiedad, en la entonces céntrica calle de El Pilar.
En la prensa que llegaba al bar, y con una gran voluntad, es donde aprendió a leer y escribir, adquiriendo una caligrafía envidiable que se veía plasmada en las pizarras que realizaba anunciando cualquier aspecto de su negocio. Una bonita anécdota de aquellos tiempos del bar en la calle de El Pilar es que en los días de Semana Santa buena parte de dicha calle olía a incienso, cera y a las gambas, en este caso camarones, que venían desde Garrucha y era la especialidad de la casa, aspecto por lo que adquirió fama en toda la comarca, amén de la variedad de tapas que elaboraba la Yaya, y que después heredó mi madre, que hacían las delicias de mucha gente que tenía como referencia nuestro bar.
En cuanto a lo personal, nuestro querido padre siempre fue una persona muy formal y seria para todo lo que realizaba, con una gran generosidad, educación, buen talante, servicial y muy tolerante para con los demás, todo un ejemplo para nosotros. Como muestra de algunas de esas virtudes que atesoraba, quiero referir alguna anécdota, entre otras muchas, algunos días de carnaval que acudía mucha gente de la comarca a presenciar los desfiles y bailes de Cuevas del Almanzora por su gran fama y algún joven al acabar esos magníficos bailes de carnaval no tenían ya dinero para volver a sus localidades de origen y mi padre le decía a alguno de los taxistas, que tenían la parada junto al bar, que los llevase a su pueblo que ya lo pagaba él. O aquella ocasión en la que un íntimo amigo suyo, residente en Barcelona, vino al bar a saludarlo y durante la conversación salió el tema del fútbol, mi padre gran aficionado al Real Madrid y su amigo al Barsa. En el coche del amigo había algún cojín del equipo catalán y le comentó el amigo que seguramente no pondría algo del barsa en su bar, a lo que mi padre le contestó que a un amigo no se le niega nada y desde ese día colocó el cojín en una de las dependencias del negocio.
Querido papá, ya llevas ocho años con mamá a tu lado, espero que también allí seáis muy felices. Descansad en paz y siempre os tendremos en nuestros corazones y nuestra cabeza. Un beso al cielo.