Una grave enfermedad te ha arrebatado la vida y me ha privado de seguir disfrutando de tu compañía. El dolor que ahora siento está saturado de ausencias. Una pena por saber que no volveremos a brindar por la vida, a reír por lo vivido y a apostar por un futuro que nos deparará nuevos momentos repletos de sorpresas. Una angustia egoísta por tener que seguir adelante sin saber que nos volveremos a encontrar a través de cualquier escusa que nos permita estar juntos y saborear la satisfacción de respirar y ver salir el sol cada día.
Tu, que comenzaste muy joven a crecer como empresario, en una España que vivía los últimos años de Franco y se abría a tiempos nuevos llenos de expectativas y esperanzas. Aunque habías nacido en Madrid, Almería se convirtió en tu segunda tierra. Comenzaste a venir aquí hace más de medio siglo, cuando Mojácar era un lugar idílico, lleno de atractivos elegido por muchos madrileños que huían del bullicio y el ruido de la gran urbe de España. Volviste de forma esporádica a principios de los ochenta, conquistando a las jóvenes almerienses con ropa de sport. Trajiste un soplo de color a la moda de esta ciudad, donde había pocos tiendas que quisieran y pudieran innovar y ofrecer otro tipo de prendas que huyeran del convencionalismo y la tradición. Conociste a la mujer con la que unirías tu destino hasta el final de tu vida. Al principio, fue ella la que emigró a Madrid para estar contigo, pero pocos años después decidisteis regresar a este rincón del sur para estableceros definitivamente.
Tu ausencia deja un vacío que nadie podrá llenar. Siempre emanando alegría y ganas de disfrutar de la vida. Tu muerte es un zarpazo para todos los que te hemos querido y nos duele saber que no volveremos a poder disfrutar de tu compañía y de esos momentos divertidos y repletos de sorpresas que nos hacían olvidar los malos momentos que habíamos pasado en la monotonía del día a día.
No solo me has divertido con tus chistes, chascarrillos y comentarios graciosos, sino que has llenado de profundidad los análisis de hechos cotidianos. Por donde ibas, dejabas muestras de tu paso, me abrías los ojos ante situaciones añejas que se eternizaban en el tiempo por falta de espíritus libres e ingeniosos que demostraran lo absurdo de los convencionalismos sociales.
Ahora tendré que aprender a continuar el camino sin tenerte a mi lado. Habré de seguir andando la senda sin poder ponerme en contacto contigo para comentar cualquier acontecimiento. Tacharé los días del calendario sin la posibilidad de hacer una llamada telefónica que me permita buscar un momento para estar juntos y mirar al mundo con una sonrisa. Pero cada vez que me sienta triste y enojado, intentaré rememorar su energía y tu constancia por seguir paso a paso y momento a momento lo bonito que es seguir avanzando, y me consolaré recordando que estás anclado en mi corazón tan fuerte y tan profundo que aunque te hayas ido, se que seguirás acompañándome en todo momento, y volveré a coger un vaso de whisky y brindaré contigo estés donde estés.