“Mors Ianua Vitae”
“La Muerte es la puerta de la Vida”
Gabriel Álvarez de Toledo termina así un soneto considerando a la muerte el umbral de la eternidad. Luego se deduce, con fácil conclusión, que vive el alma cuando el hombre muere.
Todos los que hemos sido educados en estas creencias y principios religiosos, a pesar de haberlos aceptado y creído, sin embargo, cuando nos llega el momento, la hora terrible de la marcha, es muy difícil de comprender y aceptar.
Rosalía, en nuestros encuentros aquí en el Pueblo, tanto en las cálidas y distendidas conversaciones en la Plaza como en nuestras entrañables reuniones de la Cofradía, si había que decidir algo, tú siempre tratabas de que no hubiera demora y.… este principio lo has cumplido contigo misma; te has marchado, como también hizo tu hermano Cristóbal, demasiado pronto, sin casi avisarnos, como no queriendo molestar. De los dos, entre otras muchas cosas, nos quedan vuestra alegría y apacible sonrisa.
Con toda seguridad, los coros celestiales, al ser conocedores de tu amor a la música, como buena sorbeña, ante tu inminente llegada, habrán ensayado cuidadosamente para recibirte con júbilo y armonía y así iluminarte y acompañarte en este tu último viaje, ayudándote a mantener el equilibrio entre lo conocido y lo por conocer.
Quizás te lleguen los ecos de tu marido, de tus hijos, de tus hermanos o de las muy queridas gentes de este tu pueblo de Sorbas dirigiéndose a alguno de los que te precedieron en el Cielo para pedirle que transmita y eleve su dolor a esa Fuerza Superior, como ya hiciera Isabel de Valois con Carlos V en la magnífica ópera “Don Carlo” de Verdi con aquella desgarradora área que decía:
“Si en el Cielo también se llora, llora tú por mi dolor y lleva mi triste llanto hasta los pies del Señor”.
Fue Miguel Hernández quien señaló tres heridas que todos tenemos que sufrir en algún momento: la de la Vida, la del Amor y la de la Muerte.
Vida que nos zarandea, Amor que nos descoloca, Muerte que nos aturde cuando se vive en otros y que es enigma para cuando nos llega el momento.
Querida Rosalía, estas tres heridas de las que habla Miguel Hernández tú las has vivido y disfrutado plenamente: una vida intensa, tanto a nivel profesional como humano, el amor de tu familia, padres, marido, hijos, hermanos y el sincero cariño de todos los que hemos tenido la inmensa suerte de ser tus amigos.
Entre los que hemos compartido la vida contigo, en los distintos ámbitos, profesional y humano, siempre prevalecerá tu sereno recuerdo y, muy especialmente, en nuestro pequeño pero gran pueblo de Sorbas, que te ha manifestado su reconocimiento, cariño y cercanía con profundo dolor. También, por supuesto, seguirás presente en la mente de todos los que integramos nuestra querida Cofradía de la Virgen de las Angustias, y conservaremos tu recuerdo, como tú has hecho con delicadeza y ternura con los que ya se fueron.
Así que, Rosalía, plagiando unos versos de la liturgia de las horas, te deseo no sólo yo personalmente, sino, como voluntaria portavoz, en nombre de todo tu Pueblo de Sorbas, que con tanto cariño y respeto te ha despedido:
“Que al haberte sorprendido la muerte y haberte llegado el día de pasar de este mundo a nuestro Padre, hayas conseguido la Paz y la Alegría de un encuentro feliz, que nunca acabe.”