Muy de mañana se podía ver a un joven en una moto, cargado de maletas amarradas con cuerdas, que bajaba por el Paseo de la capital. Se iba con sus muestras y sus catálogos a vender género por los caminos de tierra de la provincia. José Fernández Sánchez, almeriense de Los Molinos, pertenecía a la vieja estirpe de los viajantes de comercio. Esos que ya no se ven por ningún lado, que están, desde hace años, en proceso de extinción, como las castañeras o los coches de caballos. Fernández empezó cuando aún no se afeitaba y cerró las puertas de sus almacenes hace un lustro, después de cincuenta años, con sus inviernos y sus veranos, consagrado a la venta pura y dura.
Hijo de un empleado de la antigua compañía Sevillana (El chorro), se crió junto al Cortijo Alhadra, al lado de la Obra Pía. Su padre, José Fernández Bolea, procedía de Bédar y conducía para la empresa un camión Pegaso. Su madre, Encarnación Sánchez, crió a cinco hijos, alguno de ellos dedicado también al comercio. Vivían en un cortijo con conejos, gallinas y sembraban patatas y panizo. Fue al Colegio de monjas de La Milagrosa, junto al manicomio.
De ahí pasó a la Graduada, en la calle Granada y a la Escuela de Comercio. Como compañeros tenía a Mariano Moya, Oliver, Antonio y Miguel Andújar. Con 14 años cayó en la cuenta de que el trabajo y no el pupitre era lo suyo. Empezó en Calzados Plaza, en el Paseo, y al poco pasó de aprendiz a Almacenes Escámez, hasta que decidió volar en solitario.
El primer mes, el abuelo y fundador Francisco Escámez Morales lo puso a cobrar facturas, después, se veía cargado de maletas y se santiguaba. Portaba setenta kilos de muestras para enseñar a los clientes. Salía de ruta incluso los domingos, hasta que vino una ley que obligaba al descanso dominical. Empezaba por las Cuevas de los Medina y recorría casi toda la provincia. Llegaba hasta Vera y Mojácar, donde vendía en el estanco y a Jacinto Alarcón en la Fuente.
En Bédar le vendía género a Antonio Torres y en Los Gallardos a Andrés Torres Alonso, que era cartero, padre de Antonio Torres, actual delegado de Canal Sur en Almería. En algunos pueblos como Alcudia, tenía que dejar el coche y subir en caballería. En Vera, sin embargo, era una plaza dura porque los tenderos locales tiraban mucho de los almacenes de Murcia como Segura y Cuadrado. En Turre le vendía a José Piñero.
Fernández era entonces un ágil buhonero que llevaba muestras de sábanas, toallas, cubiertos y paquetería hasta la última breña de la provincia. En Almería, Escámez tenía entonces la competencia de Almacenes Segura y La Llave. Con 30 años, el hombre de confianza de Almacenes Escámez decidió independizarse y se montó por su cuenta en la calle Tirso de Molina. Después se cambió a la calle Hermanos Pinzón donde tuvo su sede Almacenes Fernández, en un local de más de mil metros. Empezó vendiendo al por mayor con seis viajantes, y terminó vendiendo al detalle. Pryca, como al resto del comercio almeriense, le hizo reconvertirse por la gran competencia que introdujo en el mercado local. Su especialidad fueron siempre los juguetes y la ropa, con más de 2.000 referencias. Fue pionero en aplicar descuentos del 5% por pronto pago, porque las letras se fundían las ganancias. Hubo un momento en que llegó a tener en Banesto diez millones pendientes de cobro. Al poco, los proveedores también hacían descuentos del 5%.
Fernández fue ampliando mercado y llegó a tener seis establecimientos en Juan Lirora, Plaza Santa Rita, Artés de Arcos, Gregorio Marañón y Avenida del Mediterráneo. Un cinco de enero llegó a vender diez millones de pesetas en una sola jornada, llegando a tener más de 30 empleados. Su peor momento fue cuando haciendo la ruta de Roquetas a Nerja, por los Caracolillos, cayó una vez por el Cerro Gordo con un dos caballos, aunque tuvo suerte y sólo se rompió un tobillo. José Fernández perteneció a la Federación de Comercio de Asempal durante toda la vida y estuvo entre los miembros fundadores. José deja tres hijas (María Luisa, María del Mar y María José) dedicadas a la hostelería, a la música y a la psicología.
Cuando se jubiló, en lo primero que pensó fue en hacer el viaje de novios que le debía a su mujer, en hacer barbacoas en el jardín de su casa y en jugar al dominó. Con el cierre de Almacenes Fernández, desapareció otro de los comercios emblemáticos de Almería, como antes pasó con La Sirena, La Llave, o Ecoprix. Con la muerte de su promotor desaparece uno de los últimos comerciantes a la vieja usanza.