José Salguero Alonso - albañil del barrio los ángeles
- La Voz
Tenía la gracia sevillana en la mirada. Cuando veníamos del colegio, su casa era lugar de paso hacia el descampado de la Carpintería Urrutia donde montábamos los mejores partidos de fútbol. En el piso segundo de uno de los bloques de Terriza vivió sus últimos días. Allí sigue su familia que no para de recordar a este luchador que se dejó el alma por sacar adelante a sus hijos. Se vino solo y, luego, habló con Don Miguel para apuntar a Jose y Mari Carmen en el Grupo Escolar Virgen del Mar donde una tapia separaba a los niños de las niñas. Allí le vi por primera vez dándole un beso a Jose, que estaba en mi clase, en plena fila. Sus niños eran su tesoro. Este albañil luchó para que nada les faltara y lo consiguió con creces porque su casa olía a comida caliente. Su mujer cantaba mientras fregaba la casa y Mari Carmen y Jose llevaban buenas carteras al colegio y los mejores bocadillos. Allí, en esa casa que se compraron los Salguero Salguero, nacieron Loli y María del Mar: los más afortunados de la familia ya que no tuvieron que soportar el cambio de aires de un Dos Hermanas tranquilo a un Barrio de Los Ángeles emergente donde las casas brotaban. Y fueron esas obras, esos años maravillosos para la construcción, bien aprovechados por Jose para ir ahorrando unos duros y poder pagar los estudios del mayor de la familia, un marinero, militar de carrera, por el que preguntábamos siempre a su hermana Mari Carmen los compañeros del equipillo de fútbol. Este padre de familia superó con el sol de Almería el desarraigo que le provocó la marcha de su Sevilla. Aquí, en nuestro Barrio de Los Ángeles no notaron para nada el cambio ya que a finales de los sesenta en la ‘Escuela de Don Miguel’ cada día venía un niño nuevo de cualquier rincón de Almería o de España. Los Salguero, Jose y Mari Carmen, fueron dos niños ejemplares y un orgullo para sus padres. Luego, Loli y María del Mar multiplicaron por dos la familia quedando en empate entre sevillanos y almerienses. Jose, era tan sevillano que nunca se le fue el acento mientras que sus hijos son más almerienses que el cañillo. Los mejores años de nuestras vidas igual se quedaron en aquellas tardes cuando salíamos del colegio a las cinco y merendábamos juntos en las escaleras del bloque, o en la carpintería del Urrutia, o en las barandillas junto al Estanco de Pepe, o la barbería de Ramón Solano, antes del Maestro. Aquel albañil, feliz tras la dura jornada, se paraba en el bar La Torre y se tomaba un chatillo de vino de Alboloduy (del de Silvestre) con los más fieles del barrio. Luego, la Bodega Castañeda, donde cuando bajábamos de jugar el partido en el campo de La Balsa coincidíamos tomándonos un vasillo de ‘abocao’ con una patata ‘asá’ que nos ponía ‘El Negri’. Yo, te echaba de menos en el barrio, le preguntaba a tu hija, Mari Carmen, y me decía que ya no salías de casa. Esa vivienda por la que tanto luchabas en tu Dos Hermanas y que le prometiste a tu novia, siempre tu mujer: Dolores Salguero. Misión cumplida. Te vamos a echar de menos en el Barrio de Los Ángeles. Desde aquel beso que le diste a Jose ya eras uno más de tantos que, como tú, venían de fuera buscando fortuna. No sé si te hiciste rico en dinero pero te has ido al Cielo millonario en cariño de tus vecinos que te recuerdan con el mismo respeto que los trataste. Yo siempre me he sentido orgulloso de andar por tu casa y tu hijo Jose de estar en la mía. Esas casas de puertas abiertas para todos. Te has dejado en casa lo que más querías. Nos has dejado lo que más amaste en este mundo: tu familia. Por ella pedías a la Virgen de La Macarena y ella los va a seguir protegiendo siempre. Esa Virgen guapa que tanto te gustaba ver en la Iglesia de San Ildefonso. Esa que te vio llorar cuando salías de Dos Hermanas te hizo muy feliz en esta Almería tan acogedora de la que tantos ladrillos llevan tu sudor. Todos sabemos que nuestro barrio es feo. A quién vamos a engañar Jose. Todo pisos y más pisos pero dentro de ellos viven las personas que más queremos. Tus mejores amigos. Mis mejores vecinos. Tus tiendas de toda la vida. Mi colegio Virgen del Mar. Tu panadería de Juana, mi madre, tu... nuestros rincones de los que nunca nos vamos a marchar porque los niños de aquella fila y los padres de aquellos besos hicimos de nuestro Barrio una gran familia.
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