La afición taurina almeriense ha perdido a una persona irrepetible. María Dolores García Gómez ha dejado un sitio inconsolablemente vacío en la Plaza de Toros de Almería y en el corazón de quienes tuvieron la suerte de conocerla y tratarla como amiga. Ella, sonriente siempre, consiguió, junto con sus compañeras del balconcillo, que El Quite de la Mariposa rebasara con creces la simple idea de peña taurina. A mitad de camino entre la reivindicación de la feminidad en un contexto quizás excesivamente masculino y el compromiso con el conocimiento y la reflexión imprescindibles para que el hecho taurino sea algo más que una mera celebración. La defendían como una forma de entender la vida. Así, Lola, que recogió de su padre y de su tío -los recordados Manuel y Ramón García Carrique- una sabiduría taurina antigua y profunda que nunca consiguió ensombrecerle la sonrisa, por muy grave y serio que llegara a ser su conocimiento.
Siempre se podía contar con Lola; siempre era posible aprender algo hablando con ella.
Por todo eso y por su limpio y noble concepto de la amistad, será imposible olvidarla, una vez que ya ha pasado a la historia de la afición taurina.
Entre la larga lista de iniciativas e intervenciones relacionados con el toro, Lola incluyó también un siempre recordado paso por los micrófonos de RadiOlé, junto a compañeros y amigos de la crónica taurina a los que les ha sobrecogido la noticia de su marcha definitiva, de su pérdida por esa cruel enfermedad cual cornada sin esperanza. Es posible que un remolino de viento haya levantado una nube de albero en el balconcillo del tendido dos, como si el capote de El Quite de la Mariposa hubiese cuajado una verónica de cartel a un toro invisible.