Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada. M. H.
Se agolpan ahora en la mente tantos recuerdos y momentos vividos que aún me cuesta trabajo pensar que ya te has ido y de la forma que lo has hecho. Sobrecogido, y todavía sin poder conciliar bien el sueño, desde la pena más honda se me hace difícil comprender y asimilar que ya no estés con nosotros y no poder volver a hablar contigo. Será doloroso no verte en la casa de nuestro buen amigo Pascual, que era el lugar más frecuente de nuestras reuniones, o en los viajes que organizabas a Huéscar y Galera en donde siempre pedías un vermut, o en el ‘Día de los Cangrejos’, ese que tú te inventaste y al que no faltaste ni cuando peor estabas, o recordar aquel curso que me destinaron de maestro a María y tantas noches de otoño e invierno nos juntamos, con lluvia y nieve…. veo ahora todas esas fotos y me cuesta trabajo creerlo, porque no sólo era tu sobrino, también me tratabas como amigo a pesar de llevarnos casi treinta años, transmitiendo vitalidad, cercanía y cariño hasta en tus peores momentos. Será también doloroso no verte en tu pueblo de María, al que te escapabas cada vez que podías, en el aperitivo de los fines de semana al que mi padre siempre te esperaba y que ahora se le hará muy triste que no estés, o esos días que tú o alguien planeaba algo y mi padre siempre me decía, “yo, si viene el tito Pepe sí iré”. Mi padre ya lo sabes, te echará mucho de menos, por todas esas llamadas casi diarias y encuentros constantes, cercanos en edad, tan distintos y tan iguales y siempre hablando de vuestra pasión, la política.
Y cuánto nos alegramos cuando por fin conseguiste la alcaldía tras un largo camino, sin venirte abajo cuando algunos te pusieron trabas y zancadillas pero que ni aún así pudieron derribarte, y recuerdo haber ido con mi padre la noche electoral de 1999 cuando no pudiste conseguirla, pero sobre todo rememoro ahora la mañana de sábado de 2003 cuando entonces sí lo celebramos, mi padre y tú, alcaldes en María y Vélez-Rubio respectivamente, fotos que desde entonces pueden verse en la sala de estar de mi casa y aparecéis abrazados los dos.
En estos tristes momentos recuerdo también cuando hace apenas unos meses nos abrazamos emocionados y me diste las gracias por el emotivo mensaje que te envié al saber de tu recuperación y me dijiste, “Antonio ahora si lo vamos a pasar bien en tu boda”, y de verdad que lo hicimos.
Son sólo algunos detalles, algunos de mis recuerdos más íntimos alejados de perfiles políticos y noticias de periódico, sin detenerme en los tópicos de siempre. Recuerdo el refrán que con frecuencia te gustaba recitar, "vísteme despacio que tengo prisa", como síntesis de tu filosofía de vida, y ya sabes que me aficioné a esos sombreros tuyos por ti y que curiosamente recibí uno el mismo día que te fuiste y no pude más que llorar al verlo, pero no quiero recordarte en ese día, ni tampoco en el posterior, sólo quiero recordarte en todos esos momentos en los que hemos estado juntos y sobre todo hemos vivido en el más amplio sentido de la palabra. Con lágrimas en los ojos te digo, ¡hasta siempre tito! Siempre te echaremos de menos.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Volverás… Miguel Hernández.