Una vida unida a la gestión

Secretario de la Diputación

Fernando Fernández Montero

  • Guillermo Lago Núñez

Conozco a Fernando desde que tengo uso de razón. Mi padre era amigo suyo, fueron compañeros en el Ministerio de Administraciones Públicas y compartían trayectorias similares. Ambos trabajaron con discreción por la provincia de Almería. 


Mi padre nos decía que Fernando era un prodigio, había sido autodidacta. Aprendió a escribir en Bubión, donde nació (un pueblecito entonces aislado), relacionando los sonidos con los signos del periódico que leía en el pueblo un vecino de allí, posiblemente con las terribles noticias de la guerra civil. 


Hizo el bachillerato por libre y obtuvo la mejor nota en el examen de Estado sin haber tenido ningún profesor. Tras la carrera de Derecho sacó las oposiciones de secretario de administración local de primera categoría y ejerció primero en Montoro y de allí se desplazó a Guinea Ecuatorial, entonces provincia española de África, de cuya asamblea nacional fue secretario general Técnico. Colaboró en la comisión redactora de su primera constitución, también intervino en la comisión para la elaboración de la constitución de Honduras.


Fernando llega a Almería en 1972 ejerciendo funciones en el Gobierno Civil de entonces, siempre relacionado con el asesoramiento técnico al servicio de las corporaciones locales. Todos los secretarios e interventores de administración local de Almería y aún de otras provincias le consultábamos. Y ello mientras él intervenía técnicamente en muchos de los procesos que han configurado la actual demarcación local de Almería, como la compleja segregación de Dalías y El Ejido, la de la Mojonera de Felix, o la fusión de Doña María, Ocaña y Escúllar (en el municipio de las Tres Villas).


Una vez tomó posesión sucediendo en la secretaría de la Diputación Provincial a D. Ángel Moreno Rodas, conocimos a Fernando en acción, nos enseñaba con su propia gestión, y ello con independencia de quien fuera el color del gobierno que dirigiera la corporación. Si se le preguntaba de qué partido era zanjaba con un “mi partido es la ley y mi código el Derecho Administrativo”. Tomaba la palabra en el último lugar, no para sentar cátedra, sino para escuchar las opiniones y los distintos puntos de vista de todos los demás y así poder hacer una correcta composición de lugar para armonizar la solución.


A él se deben los consorcios del ciclo integral del agua del Poniente, los de residuos urbanos, los de bomberos, la fórmula de gestión pública del agua en el Levante, estructuras que siguen existiendo con el mismo diseño y aún no vemos el momento en darles un cambio que pueda mejorarlas. Analizadas en su conjunto han constituido el mejor instrumento para la implantación de lo que hoy conocemos como economía circular.


Cuando se jubiló seguimos en contacto, participaba activamente en la UIM, y siempre que venía a Roquetas nos intercambiábamos artículos y ejemplares, mantenía el interés por todo lo local, lo leía todo.


En aquella época redescubrí en Fernando su formación clásica, defendía la música y el deporte como la base fundamental de la educación, y con ello no ocultaba el orgullo por el trabajo de sus propios hijos. Y continuaba con sus investigaciones en materia de régimen local, en concreto fue un divulgador del primer fuero medieval, el del municipio más antiguo de España, Brañosera, cuya Corporación le llegó a condecorar por su labor de difusión.


La última vez que vi a Fernando se encontraba ya enfermo, aunque no lo parecía. Le recogí para ver una exposición en el Centro Andaluz de Fotografía. Se trataba de la Operación flecha roja, sobre el accidente nuclear en Palomares. Volvimos charlando a casa, y allí en la puerta nos dimos un abrazo. A partir de ese momento pasó su vida en la tierra con una gran discreción, al punto de que mucha gente aún no sabe que ha fallecido.


Sus hijos He leído un bello texto escrito por uno de sus hijos, “Una vida sin fisuras”, en el que relata cómo su padre al final se maravillaba cuando veía una planta en el pavimento de la calle, y su asombro de que saliera para adelante en las condiciones más adversas.


No veo mejor reflejo a su labor que estos premios que llevan su nombre, un acierto de la UIM por el que quiero felicitar a su secretario general. Felicidades también a Juan Antonio Varona, por haber sido merecidamente distinguido con el primer galardón que se otorga.


La imagen de la planta, sus hijos, el nombre de este premio, son hoy solo un resumen de las enseñanzas que nos ha dado Fernando Fernández Montero, sobre el generoso servicio a los demás, sobre la actitud de contrarrestar lo negativo fomentando lo positivo, sobre la integridad personal, sobre el inmenso valor de una vida.