Hoy hace un año que te fuiste, Papá. Y aunque durante mucho tiempo nos fuiste preparando para algo que, ineludiblemente, en algún momento tendría que ocurrir, nos resulta difícil aún cumplir el encargo que nos dejaste y poder recordarte sin echarte de menos y sin sentir el vacío que tu marcha nos ha dejado.
Ese vacío tan lleno de recuerdos que te hacen presente y que nos permiten, en un sentido muy real, seguir sintiéndote con nosotros. Cada día te recordamos, estás con nosotros cuando nos juntamos, cuando hay que tomar una decisión, y también cuando que hay ocasión para celebrar, que es siempre. Porque el poder juntarse, como tú demostrabas, es ya algo muy digno de celebración.
Para ti el recuerdo y la memoria siempre fueron muy importantes. Siempre nos hablabas con tanto cariño de tus abuelos, tíos y primos, de tus visitas a Jerez del Marquesado y a Motril. Aprendimos a apreciar el tiempo dedicado a la familia, y sobre todo al cuidado de los mayores.
Nos enseñaste a disfrutar con las cosas importantes de la vida, con la familia, con los amigos, con el trabajo. Nos enseñaste que este tiene sentido cuando sirve a los demás, cuando contribuye al Bien Común. Durante este año hemos tenido ocasión de comprobarlo a través de todos los testimonios y recuerdos que tantas personas que te conocieron nos han compartido.
En todos los lugares donde viviste y trabajaste sembraste la generosidad y la entrega a los demás. En Vélez Blanco y Vera, donde a finales de los sesenta comenzaste ya con tu labor en pos de una sociedad más justa, permanece vivo el fruto de tu obra. Como en toda tu vida docente, que empezó en Jaén y que te llevó a disfrutar también de unos maravillosos años en Cazorla y Mancha Real.
Ya antes de regresar a Almería estabas centrado en la literatura almeriense. Empezaste con Agustín Gómez-Arcos, creaste la Biblioteca de Autores Almerienses, y te marchaste trabajando en la edición de un libro de otro almeriense olvidado, José Jesús García Gómez. Continuaremos con tu proyecto.
Como nos encomendabas cada vez que había ocasión, cuando te hubieras marchado debíamos recordar que habías vivido una vida plena y con el gozo de haber podido dedicar mucho tiempo a tu familia y a tu trabajo.
A tu familia nos has legado el mejor, el más valioso recuerdo que se puede dejar, el del amor infinito, inagotable, que siempre nos demostraste; sobre todo a tus nietos. Ese recuerdo es eterno. Mientras estemos aquí, vivirás en nuestra memoria y en nuestros corazones.