Querido Conrado:
Ruedan los silencios de las noches con un imparable transcurrir de sueños, despertares,terrores y pesadillas. Así, día a día, desde aquel aciago veinticinco de octubre de 2006 en el que la parte física de tu persona se detuvo violentamente.
Se dice que, cuando fallecemos, el alma emigra al infinito ignoto y desde él vigila lo que deja. A veces nos aferramos a esa idea para tratar de contener la salida de esos misteriosos sentimientos que dan calor al alma.
Están pasando los años, demasiados diría yo, y no escucho tu voz, no aprendo de tus consejos , no me rio con tus ocurrencias y sentido del humor de hombre inteligente … y me enfado con mi misma mente porque cada vez está menos lúcida para retener y revivir los momentos que pasamos juntos en toda su intensidad.
No es olvido de tu persona, no, porque ya sabes que anidas en mi pensamiento y ocupas ese lugar especial en mi corazón; y, sin embargo, tu imagen corpórea se va diluyendo en forma de bruma espesa que desdibuja los contornos de la realidad que fuiste y, muy a mi pesar, tengo que conformarme con la rotunda esencia de la genialidad de la persona que fuiste en vida.
Porque para mi eras el horizonte al que miraba mi navegar incierto y, lo cierto es que, pasadas casi dos décadas desde tu dolorosa ausencia, tus enseñanzas siguen vigentes y marcan el rumbo de mi solitaria vida. No sé si existe, en verdad, esa otra dimensión de la que hablan, ignoro si es fe verdadera lo que me mueve a pensar en ella como una posibilidad de justificar la existencia o la necesidad de creer en la eternidad. Lo cierto es que te siento como brisa, como mano que mueve el timón de mi existencia no sé, no sé …pero lo que percibo como cierto es que una vez amé con tal vehemencia, con tanto respeto y pasión que jamás he sido capaz de volver a sentir ese amor que permanece vivo en mi corazón por ese sueño que fuiste en mi vida.