Nacho Para, eterno maestro

Sé de periodismo, y de eso me enseñó mucho

Nacho Para

  • Antonio Sánchez de Amo

Es reconfortante recordar tiempos de aprendizaje cuando sabes que las lecciones van a ser para toda la vida. Lo que no es eterno es la existencia humana. No soy el único, hay muchísima gente que nos hemos quedado huérfanos del saber. No sé nada de música; o me gusta o no me gusta. Así que no voy a hablar del músico Nacho Para. Simplemente me gustaba; me gustaba la versatilidad en el uso de los instrumentos, me gustaba el contagio del ritmo debajo de una haima, me gustaba el swing con el que nos mecía en la sala de un concierto…


Sé de periodismo, y de eso me enseñó mucho. Me enseñó cuando yo no sabía qué era el periodismo, cuando yo era un imberbe que no sabía ni preguntar, cuando el verano no era época de estío sino la posibilidad de contar historias para gente que sesteaba. Era el tiempo en el que cambiaba de sección y pasaba a tener de jefe a ese moderno que le escuchaba a John Lennon.


La Voz de Almería no fue sólo el andador que me permitió enamorarme de este oficio; fue el sendero en el que encontré a profesionales que guiaban una profesión de la que apenas queda rastro. En aquella Redacción de la Avenida Monserrat no existían horarios, sólo maquetas de páginas de periódicos, tipógrafos, cuadrículas y rotulador en rojo para corregir errores. Y no había horarios porque tampoco existía hora de cierre en el Cactus, donde la mesa de billar y el futbolín les daban la mano a los bocatas de tortilla y a las conversaciones interminables sobre periodismo.


Leer sus reportajes por el mundo, sus entrevistas agudas o sus opiniones puntiagudas era abrir el tarro de la sabiduría y dejarte emborrachar de sapiencia. Nacho Para y Virginia Calvache deberían ser estudiados en las facultades de periodismo de todo el mundo. Los masters de comunicación deberían tener a estas estrellas iluminando sus temarios. Solo un minuto más bastaría para saciarme. En verdad, sólo decir su nombre, Nacho Para, me basta.