“Has llegado a la cima de esa montaña sagrada desde donde se divisa un horizonte claro, donde reina

Juan Fernández Gómez

A mi madre, Amalia

  • La Voz
Ha sido toda una vida junto a ti, disfrutando de tu compañía, de tu presencia, de tus consejos. Pero no sabía que hacíamos el último viaje por caminos diferentes, tú cruzabas la meta del cielo y yo me quedaba aquí. Por eso antes de continuar, quiero dedicarte estos versos del poeta Machado: “A la hora de partir la nao Que nunca ha de tornar Me encontrareis a bordo, Ligero de equipaje y desnudo Como los hijos de la mar” Te has ido con 89 años de esfuerzo, de sencillez, como se van los más grandes. Has llegado a la cima de esa montaña sagrada desde donde se divisa un horizonte claro, donde reina la luz y la paz del mas Grande. La paz que tú te mereces, por tu generosidad, por ser, como dijo el poeta, “una mujer buena” no solo con tus hijos y familia, sino con todos los que te rodeaban. Por eso quiero decirte que has sido una madre ejemplar, todo lo que hoy soy te lo debo a ti, y quiero que sepa todo el mundo que el único síndrome que he tenido ha sido la alegría de cuidarte y poder todos los días darte las buenas noches. Y si bien es cierto, que hemos tenido momentos de sufrimiento, están más que compensados con tantos y tantos como te he tenido a mi lado. Así que quiero que estas líneas, sobre todo, sirvan para decirte GRACIAS con mayúscula, y para enviarte el beso más grande del mundo. Es triste estar en casa sin tu presencia, mirar al asiento del coche y no ver esos ojos azules y la sonrisa que siempre te caracterizaba en tantos paseos que hemos dado. Pero si grande es la tristeza, grande es la alegría de sentir siempre tu presencia en mi corazón. Por eso quiero decir a todos aquellos que cuidan a sus padres, que somos los primeros responsables de ellos y, además, tenemos la oportunidad de devolverles parte de todo lo que han hecho por nosotros. Pero, por encima de todo, en los últimos días de su vida se llevan la inmensa alegría de haberlos pasado con sus hijos. Por ello, creo que entenderán aquellos que lean estas líneas que nunca tuve ese síndrome que afecta al cuidador. Quiero terminar este memorando, agradeciendo en nombre de mi madre y de sus hijos el cariño recibido por todo su pueblo (Arboleas) y a todas aquellas personas que nos han brindado su ayuda.