Nacido en Almería en 1946, desde sus importantes cargos en Asturias, nunca dejó de pensar en su tierra. Hoy se celebra una misa en San Pedro
Catedrático de Medicina Preventiva, decano de Medicina de la Universidad de Oviedo, académico de número de la Real Academia de Medicina del Principado e incluso Consejero de Servicios Sociales del Gobierno asturiano entre 1995 y 1999. La enumeración de cargos de Antonio Cueto Espinar no hace sino completar su ejemplar carácter, su afabilidad, su espíritu de servicio a los demás, su sencillez, su forma de tratar a los demás, extrovertida y cariñosa. Por ello, no es sorprendente que ese mismo cariño le sea devuelto tanto en Asturias como en Almería, su ciudad natal y su referencia. Y esta tarde se le volverá a expresar en una misa que tendrá lugar a las 20.15 horas en San Pedro.
Siendo el mayor de doce hermanos, de los cuales nueve viven aquí, mientras que dos están en Granada, pasó su infancia en la casa familiar de la calle Real, desde donde acudió al Colegio Diocesano, antes de mudarse a Ciudad Jardín. Las tardes de fútbol en las calles del casco Histórico, en la plaza de la Catedral, en la Patrona a pesar de que Antonio nunca fue demasiado forofo de los deportes, serán recordadas hoy por sus amistades, que mantenía a pesar de su pronta marcha de su tierra.
Los estudios preuniversitarios los realizó en el Instituto Nicolás Salmerón, siempre con el mismo sentido de la responsabilidad que su puesto de primogénito le había otorgado, y siempre con una brillantez especial que hacía augurar el llamativo currículum académico y profesional que atesoró.
Se fue primero un año a Granada, con su abuela y tía paterna, a estudiar un curso de Bachillerato. Volvería a la provincia vecina para cursar Medicina y titularse como primero de su promoción. Pero Granada le dio mucho más, le dio a la que sería su mujer, María Dolores Rodríguez, y a sus tres hijos, Antonio, María del Mar y David. María Dolores y Antonio se conocieron a través de amigos comunes, mientras estudiaban, ella como enfermera y él como médico, y ambos se casaron y empezaron a ejercer sus profesiones allí.
Tras un breve paso por Bilbao, la familia llegó a Oviedo en 1986, cuando Antonio sacó la cátedra de Medicina Preventiva de la Universidad de Oviedo. Su vida en el Principado ha estado siempre llena de amistades y proyectos, y atrás quedaron los primeros momentos duros tras el brusco cambio que supuso marchar hasta el norte de España. A Almería volvían con asiduidad, siempre en verano y en Navidad. De hecho, Antonio visitó a sus hermanos el pasado 26 de diciembre y estuvo de vacaciones en su tierra hasta el día 29. Y de aquí, el matrimonio se llevaba, entre otras cosas, todos los ingredientes necesarios para cocinar unas migas e invitar a esos amigos asturianos en encuentros en los que Antonio compartía su añoranza por la gastronomía de su tierra, así como compartía todo lo que poseía.
De su paso por la política se acordaba con ese mismo cariño, con la misma ilusión que le movió entonces a tomar el cargo y que luego se vio recompensado, según decía, cuando visitaba los pueblos asturianos y veía la influencia que sus decisiones como gestor habían tenido.
Su fallecimiento, el pasado día de Año Nuevo con 65 años, tras un derrame cerebral demasiado repentino, obliga a almerienses y asturianos a despedirse casi sin darse cuenta de un hombre ejemplar, sí, en lo académico, pero sobre todo, en lo personal.