Con el corazón en un puño y la emoción contenida me pongo a escribir estas líneas de un amigo que, sin hacer ruido y por sorpresa, se nos ha ido. Yo conocí a Simeón desde la infancia porque vivíamos en el mismo barrio la Plaza de Pavía y compartíamos el colegio de pago paralelo a la Graduada en clases particulares de Don Manuel en la Calle San Idelfonso. Desde pequeño se afanó en ayudar a su familia, su padre maestro fue castigado por ser de la República, y lo mandaron a los límites de la provincia tras sufrir penalidades, por lo que murió prematuramente y tuvo que ayudar a su madre en la carnicería de San Antón, donde, en la miseria de la época, lo que más se vendía era morcilla y patas de cordero o cerdo. Después estuvo trabajando unos años en los desaparecidos almacenes El Águila del Paseo, vendiendo telas, y todo su afán también era contribuir de camino a su hermano menor para que terminara la carrera. Ya entonces se afilió a las rondallas de Educación y Descanso, y con el maestro Richoly recorrió España y algunos países llevando las canciones de Almería de Manuel del Águila. Allí aprendió su afición por la guitarra y el flamenco. Más de mayor se hizo vendedor de libros de una importante editorial, recorriendo todas las Ferias de Muestras de España, y hasta en el Paseo en Almería, recibiendo varias veces el premio al mejor vendedor. De ahí, por el peso de los libros, le quedó una minusvalía con varias hernias discales. Ya entonces se casó por segunda vez con Margarita Cubillas, profesora de Instituto, mujer extraordinaria que le ayudó mientras vivió a llevar una vida lo más ordenada posible. ¿Quien de los mayores no le ha comprado a Simeón una Enciclopedia o el Cossio de los toros? Su afición al flamenco le llevó, con otros aficionados, a crear la peña Los Tempranos en nuestro barrio, no sé si la primera de Almería, y hasta trajeron a Don Antonio Mairena. Tocaba con respeto todos los palos del cante, y cuando faltaba un guitarrista, yo vi como acompañó a cantaores tan importantes como Agujetas, José Menese, Rancapino, Juan Gómez, Juan Luis de la Rosa, Paco el Mellizo y tantos otros. Fue amigo de todos los artistas flamencos que lo saludaban siempre con cariño. Pero sus cualidades humanas, ayudando a todo el mundo en cualquier tarea difícil se granjearon la amistad de todos los ciudadanos almerienses, desde alcaldes, concejales y magistrados, hasta las personas más humildes. Cuando salíamos era raro no pararse en la calle saludando a varias personas en el camino. En Madrid y en muchas ciudades de España lo sentirán cuando sepa esta triste noticia. Era la memoria histórica de Almería, conocía con detalle a todos los personajes, personas, establecimientos, hechos, nombres, de muchos años, y aunque le animé a escribir estos recuerdos de gran valor histórico, nunca se echó pa’lante, aunque ya dominaba el ordenador. Nadie es perfecto y Simeón era como todos, pero con muchas más cualidades. Descanse en paz el querido amigo, paz que en estos años finales yo apreciaba que tenía y transmitía, a pesar de ser intervenido muy bien recientemente en Torrecárdenas. Sin duda muchos te echaremos de menos, y como siempre pasa, ya nada será igual que antes… Porque algo se pierde del alma.