Era la alegría del taller, nos sentíamos orgullosos de él

JESÚS FERRER CASTILLO

  • La Voz
Mi hija María me dice antes de dormirse, “Papá, cuéntame cosas de la Casa Mercedes”. Siempre voy variando las experiencias, pero en las últimas tres semanas a mi niña le dio por pedir y pedir historias de Jesús el de las herramientas. Cada noche una nueva batalla de aquellos tiempos de juventud. De aquellas charlas de bocadillo arreglando un país que sigue sin tener arreglo. De nuestras vidas, Jesús, de aquel universo en la Carretera de Ronda 55 llamado Saveres. Hoy, seis de marzo, a las siete de la mañana, he abierto LA VOZ y he leído Jesús Ferrer Castillo (Sala 3). Alguien desde allá arriba me lo venía anunciando, no era normal que mi hija María no parase de pedirme historias de Jesús el de las herramientas. Los niños tienen hilo directo con el Cielo. Yo, Jesús, he llamado al Tanatorio y se ha puesto tu hija Mari Ángeles. Me lo ha contado todo entre lágrimas. Esas lágrimas de verdad. Las que salen del corazón. Las que recuerdan a ese padre que nunca más volverá. Yo, Jesús, no podía llorar en ese momento, lo hago ahora mientras escribo, y lo hago porque siento por tí lo mismo que tú me has demostrado toda la vida: una amistad sincera. Ese te quiero que nunca se dice. Le he prometido a tu hija que le iba a contar cosas de su padre que ellos no saben. No sé por donde empezar, pero dejaré al corazón que hable por tí. De tí, de tu sonrisa brillante. De ese inmenso cariño hacia tus compañeros. De esa profesionalidad hacia la empresa. De saber llevar vivir sin un brazo multiplicando por dos el otro. Nunca fuíste ni te sentiste inferior por ello. Tu zocata era fuerte y segura. Deben saber tu mujer y tus hijos que has sido un gran hombre. Que te queríamos todos en la Casa Mercedes. Todos. Pero uno muy especial con el que te habrás encontrado en el Cielo: mi tío Juan Saberes. Él te quería mucho y te ayudó más. Mi tío Luis te adoraba y el tío Pepe siempre estaba de bromas contigo. ¿Te acuerdas Jesús?. Recordarás cuando llegué a trabajar con pantalón corto y me hice cliente de tu ‘garito’ artesano. Te compraba aquellas ‘Colema’ de chocolate para merendar. El botellín de cerveza para desayunar y lo que hiciera falta con tal de ayudarte. Me acuerdo de tu boda, del nacimiento de tus hijos y de lo que te querían aquellos mecánicos ilustres como: Manolo González, Pepe Gálvez, el maestro Emilio, Juan García, Luis el chapista, Luis González, Manolo y Joaquín de la oficina, y tus vecinos de recambios: Rojas, Paquita, Enrique, Luis, Asta... ¿Te acuerdas cuando sonaba el timbre para el bocadillo?, ¿te acuerdas de cuando te pagaba siempre de los primeros el día 30?, ¿te acuerdas de cuando me casé?,. ¡Qué bien te portaste conmigo!, Jesús. No olvidaré como hiciste que pasaran a llenar el sobre todos los del taller. Siempre solidario. Te llevo en mi corazón, Jesús, has dejado huella en nuestras vidas, y, ahora, te veo allá arriba con tus dos brazos, mirando y cuidando a los tuyos. Con el señor Manuel que sigue siendo del Espanyol, con el señorito Rojas que también se marchó muy joven montado en su mini y con alguien que te mimó siempre y te trató como a un hijo, mi tío Juan Saberes, “El jefe viejo” como le llamabas cariñosamente. Tus hijos pueden estar orgullosos de su padre. Has luchado mucho por ellos y puedes descansar tranquilo. Podría estar escribiendo durante horas sobre tí porque resulta muy fácil. Lo verdaderamente complicado ahora es decirle a mi hija María que Jesús el de las herramientas se ha ido al Cielo. P.D. Juan Rojas y tu fuísteis velados en el mismo Tanatorio y en la misma sala. Díle que también le quiero mucho, Dame la zocata Jesús. Tu Antoñico nunca te olvidará.