“Aunque hace ya muchos años que vivo fuera, Albox no ha dejado de estar presente en mí, porque la personalidad se forja en el paisaje natal, en esta Loma, escenario de mis recuerdos, de atardeceres y juegos. Cuando pienso en La Loma brotan, inmediatamente, las imágenes de la infancia y la adolescencia, no como un flujo continuo, sino como un conjunto de fotogramas dispersos, articulando mi memoria de una época, el final de los años cincuenta y la década de los sesenta”. Corría el año 2002. Ángela Conchillo Jiménez (Albox, 1949), nacida en La Loma –“un barrio bullanguero”, decía, “con marcha, que se dice ahora, habitado por familias donde todo lo que falta de dinero sobraba de alegría”-, acababa de ver cumplido uno de sus sueños: ser pregonera de las fiestas de su pueblo. Fue la última vez que se dirigió a sus paisanos de una manera abierta. Nunca más lo podrá hacer, porque ya no está con nosotros. Ha fallecido en Madrid, su pueblo de acogida. Ángela Conchillo estudió las primeras letras con doña Maruja, la maestra de la escuela unitaria de niñas de La Loma, para quien pidió que Albox le dedicara una calle. “Una rara maestra”, decía, que pensaba en la escuela en un espacio en el que el niño, además de aprender, debía ser feliz”. Estudió bachillerato en el instituto Ibáñez Martín, de Lorca, precisamente donde el autor de estas líneas cursó los dos primeros cursos. Después se vino a Almería, a la capital, en cuya escuela Normal estudió Magisterio. Aquí tuve la dicha de coincidir con ella. Era una de esas personas que no pasaban inadvertidas. Por su jovialidad, su alegría, su cercanía. Concentraba en sí todas las cualidades típicas que siempre le hemos atribuido a los albojenses: era abierta, servicial, entrañable. Después se fue a Granada y a Madrid para hacer Filosofía y Letras. Se licenció en Psicología, en cuya disciplina se doctoró. Era profesora titular de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense, a cuya institución llegó en 1974, con 25 años, y a la que ha dedicado su vida como docente e investigadora. Aquí ha sido directora académica del Vicerrectorado de Investigación, vicedecana, decana, vicepresidenta de la Conferencia de Decanos de las Facultades de Psicología y presidenta de esa misma Conferencia. Fue una luchadora incansable por el reconocimiento legal de la licenciatura de Psicología como profesión sanitaria. Su investigación se ha orientado, como nos recuerda su compañero Carlos Gallego desde las páginas de “El País”, en torno a modelos formales en el desarrollo intelectual, evaluación de programas y psicología del tráfico. Su actuación personal y profesional giró en torno a dos focos: la defensa de la educación pública y la convicción de que debía aumentarse la visibilidad de las mujeres en las tareas de gestión y dirección en la universidad. “Soy el fiel reflejo de tantas y tantas mujeres de mi época, pero no renuncio a nada de lo hecho: volvería a trabajar fuera del hogar y no renunciaría a la maternidad”. Son palabras de ella que nos recuerda Gallego de quien ha sido su compañera y de quien hemos tenido la suerte de tenerla por compañera. Ángela Conchillo era viuda de José María Arredondo Rodríguez, decano de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense desde los años 1986 a 1998, un eminente investigador en Psicología Matemática y luchador por la inclusión de políticas de igualdad en la universidad. Tienen dos hijos.