La muerte de José María Piquer ha consternado a la sociedad de Almería, que siempre tuvo en su figura y en la de su hermano, fallecido hace menos de un año, una referencia para el empresariado almeriense. José María deja atrás más de medio siglo de incansable talante emprendedor en esta provincia y su encomiable capacidad de trabajo. Sus hijos, sus familiares y sus amigos tuvieron, además, la oportunidad de conocer no sólo al empresario, sino también al hombre, aunque en su caso, ambas facetas estuviesen ferreamente emsambladas. Su dimensión humana quedó perfectamente retratada en el perfil que publicó este diario en 2004 y que reproducimos a continuación:
José María Piquer, catalán cerrado, vino a Almería para tres meses escasos y se quedó más de 50 años. En este tiempo se ha fumado mucho caliqueño italiano en su butaca favorita , ha visto mucho fútbol en el viejo Franco Navarro y ha cultivado la amistad jugando a la petanca en su finca de Pechina. Claro que entre medias, como el que no quiere la cosa, ha tenido tiempo para fundar, junto con su hermano Martín, el mayor imperio de maquinaria industrial de Andalucía, Piquersa, dentro del hólding de empresas Piquer Hermanos, con sede en la Cuesta de los Callejones de Almería. Este hombre, que pudo dedicarse al baloncesto con más de 1,90 de altura, nació hace mucho tiempo, en 1926, en Villafranca del Penedés, una tierra consagrada al cultivo de la vida, donde su abuelo Salvador Piquer abrió en 1903 una fábrica de curtidos y sebos. “Vendíamos el producto en barras para engrasar los ejes de los carruajes de entonces y para los parales de madera donde varaban los barquitos de pesca de la costa catalana. También surtíamos curtidos para los zapatos correas paras las caballerías. Mi abuelo me contaba que durante la I Guerra Mundial mandaron varios lotes de sebo a Alemania”. Su padre Martín continuó con el negocio durante la guerra civil, con la ayuda de sus hijos aún niños.
Ante la penuria que había el sebo se utilizaba para hacer con morcilla con sangre de toro y arroz y se exportaba a Teruel. “Para hacer sebo íbamos con un carrillo al matadero a por la grasa de cordero y buey. La poníamos a hervir en una olla de 300 litros y sacábamos el producto. Mi madre trabajaba también como una leona junto con mi padre”. Estudió Bachiller, pero la guerra, como a tantos de su generación, le cortó las alas.
Contaba José María, almeriense de adopción, que su verdadera inquietud cuando era un crío era la de desarmar artefactos y volverlos a montar, ahí quizá pudo estar el germen de su imperio de maquinaria. “Recuerdo que desarmaba las muñecas de mis hermanas para ver por dentro el mecanismo que las hacía llorar o mover los ojos. También abría los relojes grandes de pared”. A pesar de nacer en tiempos duros, José María asegura que en su casa no hubo nunca penurias porque cambiábamos la grasa con la que se hacía jabón por huevos o conejos y así nos alimentábamos. “Empezó a faltar el sebo y entoncescompramos un tractor viejo para labrar los viñedos del Priorato. Ibamos hasta La Rioja y a Cariñena (Zaragoza). Ganábamos bien la vida”. Hasta que llegó un ministro de Franco, Rafael Cabestany, que prohibió la plantación de viñas por haber excedentes. Sólo queda exenta de esta orden las parras de Almería que se destinaban a uva de mesa. Entonces, José María y Martín se montaron en su Chévrolet negro de cuatrocilindros y no pararon desde Villafranca hasta llegar a la remota Almería. “Era el año 1955 y con nuestros tractores de oruga empezamos a abrir los surcos para poner la riparia (plantón de la cepa) en el campo almeriense. “En Almería había entonces mucha miseria. Llegamos a Berja a trabajar con Fermín Enciso, gran exportador de uva. Mi hermano se recorría la zona de Huércal-Overa, Vera y Antas a trabajar con los cítricos, con Miguel Giménez, que tenía también una fábrica de alpargatas”.
Los hermanos Piquer se hospedaban entonces en la Posada de la Mar, en la calle Real y de ahí partían todos los días al campo. “Antes de llegar nosotros, los surcos se hacían con arado, con las bestías del campo. Entre otros trabajo, aplanamos el campo de fútbol de Adra y la Plaza de toros de Berja con un nuevo tractor de 100 caballos.
Al poco compramos el actual edificio de Piquer Hermanos, en la calle Granada 134, y a través de José María Artero padre se hicieron con e l concesionario de Ford Motor Ibérica en Almería. “Nos costó tres meses de negociación”. Ahora distribuyen también las marcas Lancia, Honda., Skoda, Fiat, Land Rover Y Nissan.
Y de pronto se les ocurre que porqué no ponerse a fabricar máquinas. “empezamos con un dúmper con pala, patente nuestra, que hemos vendido por todo el mundo y que venía muy bien para cargar la tierra de los invernaderos”. Después siguieron con las barredoras, hormigoneras y todo tipo de camionetas industriales. “Las ruedas las traemos de Polonia, los motores de Italia, la carrocería de otro lado y nosotros montamos la maquina”. Cuentan desde hace unos años con una nave de 25.000 metros en el nudo industrial norte de Almería y disponen de una plantilla de 300 trabajadores, que les catapulta como una de las grandes firmas de Almería. A pesar de que venían desde Villafranca sólo para tres meses.