“Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que si el barco llega al puerto.
llegamos junto con vos”.
(Juan de Salinas)
Era mucha la confianza que todas las personas de Rágol (residentes o no), teníamos depositada en Sor Joaquina. A ella se acudía muy frecuentemente a nivel individual ,y en algunas ocasiones a nivel colectivo, para la acogida, cuando nuestro DNI ya estaba cargado de años y nuestros cuerpos ya no resistían y solo proyectaban sombras que nos envolvían en la oscuridad y en la soledad, o nos rodeaba el amargo dolor de no poder atender a un ser querido.
Sembrando sin saber quién recogía, serena, sin prisas, llena de buenas palabras, acciones y sonrisas, el don de la alegría, sin melancolía, dejando los caprichos volar al viento, tierra llena de frutos, así cumplió su deber de paz y su misión de amores Sor Joaquina.
Sor Joaquina ha sido un regalo de Dios para todos nosotros. Recorrió muchos caminos, unos a pie, otros en carro y otros en furgoneta, por tierras valencianas, granaínas, cordobesas, almerienses. Pero su casa fue siempre murciana, la de Jumilla, casa familiar y entrañable en la que ha vivido tantos años -cuarenta y tres-, y ha compartido tantos gozos y algunos momentos duros con muchos, muchísimos seres queridos, en cortijos, con ancianos, jóvenes, matrimonios, agricultores, empresarios, comerciantes, todos tan generosos y amigos jumillanos, con los que se sintió muy bien atendida y acompañada.
De Sor Joaquina tengo muchos recuerdos, anécdotas y experiencias que he vivido a su lado, que me dejaron una profunda huella. Sería imposible relatar todos, pero un día, en la Residencia San José de Palencia, de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, comenté que era familia de Sor Joaquina, y una monja me respondió: “Sí, la chofer, todo nervio, pero con un corazón muy grande y generoso”. Yo me sentí empobrecido ante Dios y los hombres, pero feliz por la respuesta.
Sor Joaquina, te has ido como un silencio de amigo que se toca con las manos muy suaves, te has ido buscando la Luz del sol. Has emprendido otro camino: el de la Casa del Padre, donde no hay noche sino aurora, donde no hay invierno sino primavera, donde no hay muerte, sino Vida Eterna.
Te fuiste antes que nosotros, pero seguiremos en contacto contigo, te llevaremos dentro como una constante presencia, serás nuestro Ángel protector y acudirás cuando te llamemos.
Sor Joaquina, ragoleña y jumillana, GRACIAS, de corazón, por seguir siendo la mediación privilegiada para encontrarnos con Dios.