En días pasados recibieron cristiana sepultura en el cementerio de Cuevas del Almanzora los restos mortales de la psicóloga María Antonia Pérez Hernández. También se celebró una misa en la Iglesia de Roquetas de Mar, ciudad en la que sus padres y hermanos fueron farmaceúticos.
María Antonia tenía 53 años y era una profesional muy apreciada en el campo de la Salud en Los Gallardos y, sobre todo por sus amigos de todas partes. Uno de ellos, el psicólogo Sebastián Molina, ha escrito el siguiente obituario, entrañable:
Nos acaba de abandonar una mujer enamorada de la vida, del mar y del Cabo de Gata.
Prudente, como siempre ha sido, nos dejó después de una lucha dura, muy dura, de años, contra la enfermedad. Ilusionada con la vida (como siempre desde que la conocí, en un ya lejano año 1990) ha sufrido y vivido en los últimos años, peleando hasta pulverizar todas las estadísticas de supervivencia, y superando cuantas dificultades y complicaciones se le han ido presentando ( y han sido unas cuantas).
Peleona contra la injusticia y las arbitrariedades, pero sin descomponer el rictus amable y risueño, que hasta el final la ha acompañado. Amiga de sus amigos, una conversadora inteligente, y también maratoniana. Hasta sus silencios en el desarrollo de una conversación querían decir siempre algo.
Inteligente, pausada, analítica, con una “cabeza muy bien amueblada”, sus análisis y opiniones siempre aportaban un ángulo no detectado por los que estábamos a su lado. Viajera a cualquier hora y para cualquier sitio: bromeábamos, siempre, que el olor a gasolina nos daba vida.
Y con el maletero de su coche, que parecía una tienda de ropa. Ante imprevistos (frío, lluvia, chapuzón improvisado) siempre llevaba algo para ella y para los que la acompañábamos.
Con ella descubrí hace años, el Cabo de Gata (su Cabo de Gata). Me lo mostraba con pasión casi enfermiza, vimos puestas de sol desde miradores y playas recónditas, siempre acompañadas de conversaciones animadas.
Las Salinas del Cabo de Gata ( siempre en la terraza de nuestro entrañable Morales) la Isleta, el Playazo de Rodalquilar... Pero, sobre todo, Agua Amarga, su pasión -aunque fuera solo a tomarnos un café-.
Siempre estarás en nuestra memoria cuando paseemos por esos sitios, tus sitios.