Yo era el socio 520 y le veía cada tarde cuando iba a recoger a mi novia a Muebles Mago. Aparcaba el coche debajo de la sede del Paseo Versalles y le veía llegar: alto, fuerte, serio, con el pelo blanco. Mi presidente del Almería.
En la sede ya solo quedaba Paco González como operario de oficina y Gómez Pomares que alentado por los amigos se metió a salvar a la Agrupación Deportiva y, como se metió, fue hasta el final de sus fuerzas.
Yo, como socio del Almería, confiaba en él. Yo, saqué el abono para la temporada de la ilusión con el Almería en Segunda B. Yo, había escuchado por la radio que si no salía el equipo devolvería a los abonados el dinero: y lo hizo.
No me quedé con todo. Me dijo Paco González que si dejaba algo para que cobraran los operarios, y lo hice, perdoné dos o tres mil pesetas de mi abono de 12.000. Yo, el socio 520 creía en el Almería de Pomares y en todo lo que prometía porque era cumplidor. Un día, esperando a mi novia, me atreví a salir del coche y preguntarle: ¿Vamos a salir presidente?. “La Federación no nos deja”.
Esa fue la primera vez que hablé con el úlltimo de mis presidente de la Agrupación. Aquel club acabó para siempre y Pomares (como le llamábamos todos) se marchó sin ganas de regresar porque puso la vida en una operación de rescate imposible. Aquel Almería tenía que morir como ejemplo para el fútbol nacional.
Nadie esperaba a este hombre de palabra, de nuevo por el fútbol, cuando a comienzos de los noventa una remodelación del viejo Franco Navarro le despertó el gusanillo y otra vez los amigos le metieron en un lío. Almería tenía dos equipos y si algo le hizo volver era la unión de ambos.
Yo, ya no era el socio 520 y formaba parte de esos llamados periodistas del Poli o chanderos en los que fuimos divididos sin pretenderlo por la sociedad. Almería estaba en guerra deportiva pero esta guerra no la declaró Antonio Gómez Pomares.
Me tocó ser periodista del Poli y eso me lo puso fácil para acceder a Gómez Pomares. Me recibía en su despacho cuando necesitaba una entrevista, se ponía al teléfono cuando le llamaba. Era un gran presidente para todo. La prensa no tuvo queja.
Yo, aquel socio 520 de la Agrupación, tuve el placer de conocer a aquel hombre alto, fuerte, serio, con el pelo blanco en la corta distancia. Me enseñó documentos, me hablaba de sus sueños y de un barco. Quería comprarse uno grande y le dije que Ginés Alonso era el número uno porque yo trabajé con él. No se si se lo llegó a comprar.
Y yo, socio y periodista del Poli en aquel tiempo, conocí de primera mano que entre Blanes y Pomares-Pomares y Blanes no había guerra. Antonio me lo dijo en su despacho y Guillermo el otro día. Pomares me decía que ellos cerraron el acuerdo de unión y que se llevaban muy bien en las distancias cortas. Blanes fue más lejos y aclaró que: “Ni el entorno de Antonio ni el mío querían la fusión”. Lo que estos dos almerienses hubiesen hecho juntos no tiene precio pero era muy difícil unirlos porque eran iguales, semejantes hasta en los sentimientos. Ellos tan iguales y tan almerienses nunca se unieron, pero se respetaron hasta en la más dura de las batallas.
Pomares quería tener un barco y escapar de tanta mentira que se encontró en el fútbol. Quería un barco grande para meter a los suyos. Quería navegar en libertad por la verdad, la honestidad, la palabra, que para Antonio valía más que un contrato. Los aficionados siempre creímos en tí y los periodista del Poli y los chanderos siempre te van a recordar con admiración.
Seguro que has dicho que no piensas volver al fútbol en el Cielo, pero lo harás. Allí arriba salvarás a la Agrupación, unificarás a los dos Almerías y dejarás a tu Poli en Segunda. Todos tus sueños se harán realidad y podrás navegar en libertad. El fútbol te la debe presidente. El socio 520 no tiene queja de tí. Gracias por todo Antonio.