Han pasado ocho años, de la primera vez que nos vimos… en aquella clase en la que juntas estudiábamos. La vida me puso en mi camino una chica encantadora, luchadora, soñadora, irradiaba ternura allá por donde pasaba, regalaba sonrisas a todo el mundo, toda persona que la conocía se prendaba de Susana.
Son tantos recuerdos a su lado, tantas noches en vela hablando sin parar, tantas tardes de cafés... Hemos vivido ocho años inolvidables, siempre me decías que yo era tu niña, que me quedaban muchos años por aguantarte, que de viejecitas nos iríamos de viaje en los veranos, y que siempre recordaríamos el pasado con mucha alegría… porque sería señal de que juntas habíamos superado tu cáncer. Y tantas cosas nos han quedado por repetir… y otras tantas por hacer... que solo espero volver a verte, solo pido eso.
Gracias de todo corazón, porque en ti encontré la verdadera amistad, la que jamás pedía nada a cambio; gracias por ayudarme en tantas ocasiones, por guardarme todos mis secretos, por animarme siempre, por tus besos y tus abrazos en cada momento. Me siento bastante apenada por tu pérdida, aún hoy no me lo creo, pero me siento tan afortunada de haberte conocido, tan dichosa por haber formado parte de tu vida, que hace que me consuele día tras día. Cada preciado segundo quedará atesorado eternamente en mi corazón. Gracias por ser como has sido, una mujer maravillosa.
Sé que allá donde estés te sentirás orgullosa y feliz de haber dejado tanto amor en la tierra a los tuyos, de haber dejado un precioso trocito de ti. Debes de sentirte así, pues además has luchado hasta el final. ¡Eres grande, Susana!
Espero amiga del alma que esta carta la leas sentada en una nube de algodón rodeada de ángeles amigos.