Homenaje a mi hermano Diego

Mª Carmen Fernández Muley

Diego Fernández Muley

  • La Voz
Los vientos de todo el año recorren las estaciones, mostrándose más bravíos, rugiendo como leones. Vientos libres como tú, que perdieron las cadenas, dejaron la esclavitud y abandonaron la pena. Un recuerdo que gime y no perdona, de tu pérdida injusta fue testigo Y es por eso que mi verso entona, el dolor de tu eslabón perdido. Tu vida, sortija de nuestras vidas, de tu ausencia, testigo mi canción, de las cumbres que el ayer respira, del pasado y en tu recuerdo me hallo yo. A ese tu nombre, digno de tu memoria, himno que jamás podrá apagarse, ni en su regazo el más fiero vendaval, ni aún temblando el azar arrebatase. Desgarro que sacude memorias y embriaguece, remediando un llanto que rompe y desfallece, que encierra un imposible y la impotencia muerde, añoranza y dolor…Llora el dolor de perderte. Viejo rumor de recuerdos, transitan nuestros balcones y hasta el cielo rumorea, envuelve y clama tu Nombre. Las nubes forman las letras, acompañan ruiseñores, guiados por tu sonrisa que platea la oscura noche. Pasan nimbos embriagados que alzando estrellas en su manto y le piden al albor que te pronuncie en sus labios. Se refleja en la pradera, en sus tierras y en sus campos y a ritmo de sus matices y con compás deslizando, crea un cristal de colores, colores que van jugando, como ola que el viento empuja y que vuelve navegando, celebrando triunfadora, que la mar te está nombrando. Crepúsculo mudo que viste noches llenas de tristeza y que pálidas entretejen las raíces de tu ausencia. Rumor de olas que cantan innumerables viajeras, ríos de caminos que marcan, silenciosas primaveras. Misteriosa niebla errante, que llena de fuego envuelves y perseverante esculpes su semblante en mi mente. Al eco de mis anhelos, que con delgadez retuerce, desnudando soledades con su queja fulgurece. Dormida en mi camino, luz incierta que descansa, gallardamente me arranca de los bosques del olvido. Un lustro ya que te extraño y un poco defraudada, digo con incomprensión que sobrevivirte no esperaba. En este mundo sin ti y por mucho que me duela, aún no he aprendido a morar y a echar a volar las penas. Y si a volar las echo, me las devuelve el viento, no puede un tifón parar a tu corazón viajero, que aquí permanecerá, con nosotros largo tiempo. Tú nos diste tanto, nos diste tu corazón, abriste a nosotros un rumbo, nos diste tu cielo azul y visto mi canto en tul, por el rey de muestro mundo. Tu memoria, gorrión que habita en nuestro entorno, que precisa de calor para existir en nosotros. Gesto cándido y celeste, en ojos de madre adolece, dolor amargo en su frente, ahondando heridas descansa. Paloma quisiera ser y al cielo poder volar y tu rostro poder ver para saber cómo estás. De su corazón anciano, la mirada gris entorna, que encadenando suspiros su rota vida trastorna. Nadie como tú ayudó a vivir… nadie como tú sintió así la vida… y al apagarse tu luz… de Tristeza inundó nuestro universo, ceño del dolor que sueña, cerrar de sus heridas puertas, de nuestras fuerzas agudas, como llagas que se quiebran son galeones esparcidos llenos de arqueros y ballestas , erguidos muestran caminos conquistando su nobleza, descubriendo el firmamento de gloriosas arboledas y desde el cielo al Alba, durmiendo tu voz en ellas, durmiendo en otros brazos, durmiendo en otra hacienda. Cuánto expresó la sonrisa que se meció en tu mirada, nunca jamás la prudencia quedó mejor reflejada. Un tumulto de relatos que con danza de emociones, revolotean e ilustran tu Homenaje con amor. Silencios atendidos que aplanan lejanías, proclamando intenciones de tornarse en clamor. Surcando satisfacciones de esta experiencia vivida, a la conquista del alma, le concedió una ilusión. Rompiendo con la tristeza, festejando sorprender a mi flaqueza, te recordé cual sirena adivina. Tú fuiste mi adrenalina y me quitaste la espina, desviando la atención con cortesía, que mi corazón presta a la pena, la pena que poco a poco, fue haciendo que nuestra forma de vida sea la tristeza. Y ahora camino perdida envuelta en un mar de recuerdos, camino a trompicones, tu nombre sale a mi encuentro. Aún quedan las cenizas de mi mundo en desconcierto, que tu sol y poderío iluminaran mi lecho. Como la senda es al rio y las estrellas al cielo yo caminaré contigo, en mí vive tu recuerdo. Fuiste esencial para mí, yo no sé vivir sin ti, y ocurre que a veces, en instantes de desconcierto, solo de pensarlo muero. Cada segundo un abismo, Cada minuto un asedio, cada hora una agonía y cada día un tormento. En ocasiones condena, permanecer sin tu fuerza. A veces regresaría a vivir en el pasado para poder olvidar cuanto mi mundo ha cambiado. Aún te siento en el aire, en la noche al despertar, formas parte de mis sueños, esto es duro de olvidar. Cada rincón de mi mente grita tu nombre en silencio y mi corazón murmura Hermano, Mi hermano Diego. Tus recuerdos me rescatan de las sombras, redime la opacidad de la penumbra, que flota en el espectro que la alumbra, intrigando cual enigma que zozobra. Y aunque no te podamos ver, tu fuerza, faro en movimiento que orienta nuestras vidas. Solo con tu guía podremos hacer nuestra vida un poco mejor.