Frank Sherry Sherwood Rowland, el hombre que demostró que los clorofluorocarburos (CFC), utilizados en los sistemas de refrigeración y como propulsores de los sprays, eran letales para la capa de ozono que protege la vida en la Tierra, falleció en California el pasado 10 de marzo a la edad de 84 años.
Nacido en Delaware, Ohio, el 28 de junio de 1927, rowland fue profesor de química en la Universidad Irvine de California. Su investigación se dedicó a la química atmosférica y a la cinética química, y obtuvo el Premio Nobel de Química en 1995, compartido con su colaborador, el mexicano Mario Molina, y con el holandés Paul Crutzen.
Rowland recibió el título de Bachiller en Artes en la Universidad Wesleyana de Ohio, en 1948, obtuvo su M. S. en 1951 y se doctoró en la Universidad de Chicago en 1952. Ocupó cargos académicos en la Universidad de Princeton entre los años 1952 y 1956, y en la de Kansas (1956-64), antes de convertirse en un profesor de química en Irvine. Allí comenzó a trabajar con Mario Molina a principios de los setenta. Rowland fue elegido para la Academia Nacional de Ciencias en 1978, y presidió la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) en 1993.
Su trabajo más conocido fue descubrir que los clorofluorocarbonos contribuyen al agotamiento del ozono de la atmósfera. Rowland explicó que los gases de compuestos orgánicos artificiales se combinan con la radiación solar y se descomponen en la estratosfera, liberando átomos de cloro y moléculas de monóxido de cloro que, individualmente, son capaces de descomponer gran número de moléculas de ozono.
La investigación, publicada por primera vez en la revista Nature en 1974, inició una exploración científica a gran escala del problema y la adopción de medidas internacionales para su resolución. La Academia Nacional de Ciencias reconoció la validez de sus conclusiones en 1976 y en 1978 los aerosoles de clorofluorocarbonos (CFC) fueron prohibidos en los Estados Unidos.