El Pavía llora a mares a uno de sus grandes corazones

Tony Fernández

Blas Salmerón Reyes - el gran hermano del tito pedro

  • La Voz
Nadie lloró más que él aquel día de lluvia torrencial cuando el alcalde de la ciudad entregaba las llaves de su nuevo campo al Pavía. Blas ya no era el mismo, estaba “malico” decÍa con infinito cariño su gran hermano: Pedro Pérez ‘Tito’ Pedro. Ese día Blas conocía la casa de sus niños. El hogar lejos del barrio para un Pavía que era su vida y su corazón. Él, como tantos otros del Pavía, lucharon por ver a sus futbolistas jugando en un campo cerca de la Plaza que da nombre al club, pero allí solo había espacio para un mercado y un cine. Primero el Estadio de La Falange, luego el Seminario y por último el Complejo Tito Pedro que ha sido el campo que más lloró y el que menos disfrutó porque no le quedaron fuerzas para vivir sobre la hierba lo que tanto peleó en los campos de tierra. Éste arlequinado ha sido un hombre feliz. Alto, delgado, serio, a lo suyo: que era el Pavía. No faltaba nunca a su cita con el equipo y siempre era de los primeros en llegar al campo y el último en irse, cruzando Almería saludando por igual a fieles arlequinados y miembros de los equipos rivales a los que tanto respetaba Blas. Nadie lloró más que él cuando vio unos vestuarios dignos. Un campo verde para el Pavía. Una sede social. Un bar con cafetería y muchos espacio en el entorno, además de una grada digna. Eso que otros no pudieron ver, a Blas le llegó en la recta final de su vida. Lo vio y se lo lleva a la tumba como uno de los grandes momentos de su vida ya que en aquella tarde de lluvia torrencial él y su ‘Tito’ Pedro lloraban a mares por tantos años de penurias para sacar adelante a tantos niños arrancados de la peligrosa calle para hacerlos hombres de bien en el Pavía. Como reza en su esquela que publicaba LA VOZ DE ALMERÍA ha muerto un hombre que no tenía otra pasión que el fútbol. Y qué fútbol señores. Ese que tanto amo. Ese que me vio crecer: el de equipos de barrio, el de verdad, el puro, el sincero. Al amigo Blas no le tentaba el Real Madrid. Su gloria llegaba viendo ganar al Pavía. Daba igual el rival. Todo por ver a sus futbolistas saltar y cantar camino de un vestuario donde no faltaba de nada. A Blas no se le veía por el Ambigú, había que buscarle en el vestuario o por la sede haciendo cosas. Ayudando a que el fútbol fuera sencillo para sus jugadores. Ni el presidente, Joaquín García Vaquero, sabría definir el cometido de Blas ya que hacía de todo en el club de la Plaza de Pavía. Ya no nacen hombres como Blas. Van quedando pocos arlequinados de pura cepa. Pero mientras haya en el Cielo uno del Pavía el equipo vivirá por los siglos de los siglos.