Emilio jesús Martínez Rubí
- La Voz
Con tan solo quince días de tu ausencia parece que haya pasado ya una eternidad. Aunque no queríamos que llegase este momento, tú ya lo necesitabas ya que llevabas muchos años de lucha con todas tus enfermedades y gracias a tu fortaleza física y tu carácter, pues otro no hubiera aguantado lo que tú. Como hijo no tenias precio. Estuviste hasta el último día pendiente de la abuela Trini, la llamabas todos los días tres veces y le hablabas de tal forma que no pareciera que tuvieras nada malo. Siempre con ella de médicos, pendiente de recibos, facturas… Te va a echar mucho de menos aunque como muy cristiana que es, estará contenta pues estarás ahí arriba con el abuelo Emilio y el tito Ángel. ¡Te echara mucho de menos! La abuela Lola también te echará en falta. Lo has hecho muy bien con ella. Has ejercido de yerno pero a la vez de hijo. Te quería demasiado para que te fueras tan pronto. Has sido el mejor esposo del mundo. Querías a tu –Lolica- con locura y aunque discutieseis, a los dos minutos ya estabas de nuevo pendiente de ella. Mamá te ha cuidado con todo el cariño del mundo, ¡y tú lo sabias! Porque aunque fuera su obligación ella lo hizo con todo el gusto del mundo. Habéis pasado mucho con los médicos (Barcelona, Sevilla, Granada y Almería), viajes y más viajes... Mamá lleva mucho en el cuerpo y ahora tiene que descansar y ser fuerte porque va a ser muy duro el día a día sin ti. No esperaba yo menos de mi madre, ha sido la mejor hasta el ultimo instante. Como padre qué os puedo decir. Cualquier cosa es poco para recordarlo. Recuerdo aquellas largas tardes de invierno que se pasaba con nosotros estudiando cuando llegaba del trabajo, los raticos de pesca que echábamos en Roquetas... Los mejores momentos de nuestra vida fueron sin duda en el campo con su amigo Juan Fernández y Jaime, y esas paellas a las diez de la noche en casa de Ángel el taxista. Son tantas las cosas que hemos vivido que no habría papeles en el mundo para recordarlas. Como le gustaban los masajes de mi hermana Mª José (le decía: dame fuerte que se desagarroten los músculos) y ahí estaba ella todos los días dándole su masajito y sus friegas en las piernas. Yo lo quería mucho aunque nunca se lo dijera. Su nieto lo quería con locura, ya no podrá jugar más con él pero nos quedará el consuelo que han sido pocos los días desde que nació que no ha dejado de verlo. Le puse Emilio por mi padre porque sabía que le haría ilusión otro Emilio Martínez en la familia y así lo hicimos. Lo que más le gustaba era sentarse en el suelo y ponerlo entre sus piernas a jugar aunque no le duraba ni cinco segundos. Como es tan pequeño e inocente todavía le pregunto por el abuelo y se va y le da un besico a la foto del abuelo Federico que tenemos en la mesita de noche. También el pequeño echará de menos sus juguescas y la frase de papá: ¡prepárate que voy! También quería mucho a su hermano Juan Bautista y a su cuñada Inma que a todos los efectos ha sido más que una hermana, pues siempre ha estado con nosotros tanto para lo bueno como para lo malo. Aparte de tío de Vicente y Ángel ha sido un padre para ellos y para mi parecer lo ha hecho de matrícula. Siempre estaba contándole chistes y de bromas con ellos. Se que lo querían de corazón y nunca lo olvidaran. Su yerno Juan Andrés y su nuera Belén tenían con él una relación especial. Eran como dos hijos más para él. Siempre me decía que eran muy buenos y que habíamos tenido suerte con ellos. Dejas también muchos amigos: todos los de Las Salinas de Cabo de Gata (Vicente Gómez, Paco Márquez, Pepico...), tus amigos pescadores de la junta del puerto, toda la gente del campo (Juan Fernández, Jaime, Sebastián...), amigos de la infancia (Miguel Alcolea, Raimundo...), tu inseparable vicepresidente Jose y sin duda el que mas te marcó los últimos años de tu vida fue Enrique que a pesar de no ser amigo de toda la vida ha sido para ti un amigo de los que ya no hay, te quería mucho y no paraba de decirme que no se creía que te hubieras ido tan pronto sin poder contener las lágrimas y que nunca te olvidaría. Bueno papá y por mi parte espero que donde estés no sufras ya más que ya se acabado todo tu dolor y como le decías al niño ¡PREPARATE QUE VOY! Que el día que Dios me lleve también para arriba espero poder decirte lo mucho que te quería. Mientras escribía esta carta ha sonado la música dos veces un juguete del pequeñín que no ha tocado nadie, te he sentido cerca de mi y sé que estas a mi lado. Te quiero mucho. Un abracito papá.
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