Una vida llena de luz

Heraclia Castellón Alcalá

Lola Alcalá López

  • La Voz
Un vida llena de luz, alegría ha completado el viaje de Lola Alcalá, mi madre. Se nos ha ido el 19 de septiembre, dejando una clara estela de paz, de gran cariño, de gracia profunda. Era una persona que desprendía un encanto especial. Sonriente, amable, para todos tenía una palabra de afecto y de buen humor. Los noventa y cuatro años que vivió alegraron a su paso a quienes la rodeaban. En el recuerdo de la gente de Alhabia quedan las muchas iniciativas que emprendió, animada por el impulso de sus creencias y también por su interés por los demás. La mayor parte de su vida transcurrió allí, su pueblo, donde promovía y participaba activamente en las actividades ligadas a lo religioso y a tantos otros aspectos: las fiestas, el carnaval… Todavía muchos recuerdan las letras que escribía para las coplas de carnaval, llenas de ingenio y simpatía. Ahora que se ha ido, nosotros -sus hijos, su familia-, recordamos cómo siempre estaba pendiente de quién necesitaba ayuda, ya fuera acompañar y consolar a alguna persona enferma, o cubrir necesidades materiales de quienes carecían de lo fundamental. O procurar discretamente alguna gestión que solucionase la situación de alguien. Esa es la maravillosa herencia que nos ha dejado, y por la que nos llega el cariño que tanta gente sentía por ella. Pese a las trágicas circunstancias de su infancia -nunca conoció a su madre, que murió de parto-, su carácter fue siempre alegre y abierto, dispuesta para las bromas, la música, la animación. Su marido, Paco Castellón, nuestro padre, fue un esposo enamorado y bondadoso, con quien fue muy feliz; nunca recordamos haber oído una discusión, un reproche. Siendo de carácter muy distinto, la comprensión mutua y la armonía familiar reinaba entre ellos. Nunca le gustó cocinar, pero e´l se contentaba con lo que ella preparaba, a veces a toda velocidad porque se iba a preparar o ensayar algo festivo. Abría las puertas de su casa con generosidad; a sus invitados siempre les ofrecía, si no alimentos costosos en las épocas de más estrechez, una acogida cordial, un jarrón con flores del huerto, una hospitalidad sincera. En la última etapa, cuando llegó el deterioro del Alzheimer, sus recuerdos se borraron, sí, pero no su alegría y buen carácter. No podía aclarar ningún dato sobre su biografía o su familia -salvo de sus mayores-, pero la memoria perdida no le disminuyó su carácter afable, su sociabilidad… y sus canciones, que a todos nos encantaban. Mamá, nos has dado muchas cosas; lo mejor que hay en nosotros lo hemos aprendido de ti. Ojalá tu valía y carisma lleguen hasta tu bisnieto. Ahora, que ya te has ido, nos acompañarás siempre. Ella ha seguido su viaje. hasta llegar a la más alta esfera, y oye allí otro modo de no perecedera música, que es la fuente y la primera.