Sylvia Kristel representa la libertad. El pasado 18 de octubre la protagonista de ‘Emmanuelle’, y una de las actrices más conocidas de la etapa de mayor esplendor del cine erótico, nos dejaba para siempre a los 60 años como consecuencia de un cáncer. En un periodo de la historia de nuestro país ir a ver una de sus películas suponía una arriesgada aventura que convertía en pequeños héroes a quienes lo conseguían. Algunos tuvieron que viajar a Francia para lograrlo y ver una película que no entendían, pero daba igual. Kristel despertó en millones de espectadores, hombres y mujeres, sensaciones que nunca antes habían experimentado en un cine. A través de un erotismo elegante, Kristel y sus personajes normalizaron socialmente que una mujer pudiese ser dueña de su sexualidad, disfrutar de ella sin ningún tipo de complejos, dejar de ser un objeto para el hombre y trocarse en la emperadora universal de la búsqueda del placer. Con unos ojos verdes que traspasaban el alma, Kristel configuró su particular prototipo de belleza alejado de los estándares de su tiempo. Su exuberancia se guardaba en una misteriosa y arrolladora personalidad. Angelical y morbosa, sumisa y activa, recatada y exhibicionista, intelectual, atormentada... El éxito duró poco y el personaje que le dio la fama provocó su declive profesional debido al encasillamiento. Una situación que se vio agudizada por, como ella reconoció varias veces, malas decisiones que tomó en su vida. Una de ellas fueron las drogas. Qué paradoja, el mismo personaje al que das vida te termina devorando. A Sylvia Kristel siempre la recordaremos como una diosa de la libertad sexual, un ángel perverso que sigue iluminando miles de sueños. El sillón de mimbre más famoso de la historia del cine se ha quedado sin su estrella.