Te encantaba que te llamasen ‘Pallano’, apodo que le pusieron a tu padre, Antonio, en la pescadería, y que tú heredaste con gran orgullo y aprecio al seguir sus pasos.
Dios te ha llevado de forma inesperada, y diez meses y doce días después de que tu mujer nos dejase, ahora lo haces tú. El destino vil y cruel lo tenía preparado así. Veíamos cada día tu fortaleza y tus ganas de vivir, de modo que la impotencia por tu marcha ha sido mayor. Te has ido fiel a tu estilo: en silencio y sin avisar, como tú querías. No has dejado despedirnos de ti.
Ese libro que hojeabas a diario llamado ‘Cinco Minutos con Dios’, y que te daba tanto consuelo como ánimo en tu alma, lo cerraste por última vez el pasado 5 de septiembre para estar ya toda la eternidad junto a tu Maruja, tu añorado hermano Juan, y toda tu gente.
Tu vida transcurrió por tu amada Almería, entre olores a mar y sal de la lonja de Pescadería, entre aromas de ese Mercado Central que te vio crecer, y aires de otra época que desde la Alcazaba surgían hasta llegar a San Antón junto a Plaza de Pavía, testigo de tu vida y de la nuestra. Entre fragancias de tomillo y romero del Barranco Caballar que tanto amabas, y entre notas de vino y licores de la bodega ‘La Reguladora’, con tu primo y además hermano Pepe López, degustando aquellas maravillosas reuniones, y entre almendros en flor en ese pueblecito llamado Enix y sus alrededores, donde tan buenos ratos disfrutaste con grandes amigos, a merced estos últimos años ya, de la brisas de Levante y Poniente en tu apacible Aguadulce y acogedor Parador.
Transcurrió tu vida, además, entre acordes de guitarra y letras de fandangos, soleás y seguiriyas, reflejo de esa tu gran pasión que era el flamenco, y que te llevó junto con tu hermano Lucas, entre otros aficionados, a fundar El Taranto. Así fue tu vida, tesón en el trabajo, pasión en tus aficiones, amor y devoción por tu mujer y familia, y cariño por los amigos.
Recordaré tus palabras, tus anécdotas, tus vivencias, y lo afortunado que me decías que eras por haber conocido a tantas personas en esta bendita Almería nuestra, gente sana, “buena gente” como decías tú, y que en tu despedida demostraron con sus palabras, sus lágrimas, su silencio y sus gestos, la huella imborrable que has dejado entre todos ellos.
Jamás olvidaremos tu última lección, que consistió en afrontar la enfermedad de tu mujer, tu entereza en lo inevitable y tras su adiós, después de 54 años de feliz matrimonio, superar la adversidad y “tirar p’alante sin ella”.
Esa Fe en Dios, esa fuerza interior que tenías, y esa pasión por la vida que irradiabas a todos, nos servirá de consuelo y de apoyo para seguir adelante con nuestras vidas. No sentiremos aflicción ni dolor al recordarte, sino alegría de haber compartido tu vida y tus pasiones.
Descansa, Diego ‘El Pallano’, junto a tu Maruja en el cielo escuchando ‘alegrías y tarantos’ para siempre.
Nunca os olvidaremos.