Tu esposa e hijos te recordamos después de un año sin tu presencia. Aunque tuviste una vida larga, siempre la falta de un padre se puede comparar a un árbol sin raíces. Pero ahora tenemos presente todos los días los consejos que nos dabas a tus cinco hijos, y tu forma de protegernos es la que ponemos en práctica con nuestros hijos. La constancia, sencillez, humanidad y evitar enfrentamientos, que en mi opinión te caracterizaban tanto en tu trabajo como en las relaciones personales, también nos ayudan cada día.
El ejemplo más claro de tu constancia fue el no dejar de acompañar ningún día a tu cuñado Eusebio, tanto aquí como en Alboloduy, lugar donde jugabas esas partidas al dominó y donde ibas a cazar con los amigos.
En el plano profesional, dedicado a la enseñanza primaria, recordamos los momentos en que nos comentabas que recurrías a contar chistes para captar la atención de los alumnos. Estos chistes los has llevado siempre contigo adonde quiera que fueses, haciendo amenas todas las reuniones con la familia y con los amigos. Después de tu jubilación seguiste trabajando junto con tu esposa, ambos sin ninguna pereza, en el cuidado de los nietos para hacernos más liviana la jornada laboral, y en preparar numerosas reuniones familiares, ambos en la cocina (siempre recuerdo a mamá y a ti en la cocina preparando entremeses). En definitiva, nos habéis mimado tanto que, aunque los últimos meses de tu enfermedad fueron difíciles, nos has dejado llenos de amor y de lo más importante que nos has transmitido: la fe en Dios. Te echamos de menos pero tenemos la certeza de que estas en el Cielo y que allí nos volveremos a ver. Siempre en nuestro corazón: Te seguimos queriendo.