Me dice tu nieto Juanjo que se echa a temblar cuando escribo un obituario de alguien de la familia. Pero antes de seguir leyendo ya le aviso de que esta historia le va a gustar porque no la conocen ni tus tres hijos, Antonio, Juan y María del Mar, y buena parte de los Saberes. Entiendo a tu nieto porque ya sabes cómo somos. Esta familia no tiene arreglo y solemos decir lo que sentimos sin darnos cuenta de que a veces la gente se molesta. Tranquilo, Juanjo, tranquilo.
Tu historia, Tita Antonia, da para una novela pero se resume en un pensamiento. Siempre llevo en la mente tu casa de la calle Murcia, tu delantal, tus mangas recogidas y ese moño de mujer almeriense de los sesenta. Mis dos titas Antonias vivían a escasos cincuenta metros. Pasada la Iglesia de San Sebastián primero Antonia la de Juan y luego Antonia la de Luis. Porque tú siempre serás para mi familia Antonia la de Juan.
Guapa. Menuda mujer. Qué carácter, qué disciplina, qué entrega, cuánto cariño. Pasar por la calle Murcia era asomarse a la puerta de tu casa (siempre abierta) y al fondo en la cocina ya estabas tú. No perdonabas el beso. Siempre me preguntabas por mi padre, mi madre, mis hermanos, los estudios... la familia era muy importante para ti. Tanto, que fuiste el otro lado de Auto Moto Servicio, el brazo fuerte de Saveres y el paño de lágrimas del Tito Juan cuando algo fallaba en los negocios.
Me contaba mi padre (éste sí que hablaba claro, Tita) que ayudaste mucho a tu marido en todo. Que le lanzabas a la aventura con el último empujón y que compartías su sueño de ser empresario. Primero vendiendo recambios para coches, luego motos y más tarde las furgonetas y los Mercedes. El tuyo, el amarillo, qué bonito es, Tita Antonia.
Aquellos años de Auto Moto Servicio fueron complicados pero había que criar a tres niños y menudos empresarios te salieron. El mayor, Antonio, (el Nono para la familia) ayudó mucho en la expansión del negocio. Trabajó y trabaja para seguir con tu idea de empresa familiar y hace bueno aquello que decía el Tito Juan “en mi empresa siempre habrá un plato de comida para todos los Saberes”. Y esto no es una frase porque tíos y primos hemos trabajado con vosotros y nos sentimos muy orgullosos de ello.
El segundo, Juan, (el primo Juanico de toda la vida), ha sido el más audaz y aventurero, el que más problemas te dio porque quería llegar pronto y rápido. Tus sabios consejos los olvidaba rápido, pero es muy buena gente. Lo quiero mucho y siempre me quiso fichar para sus empresas, pero yo era fiel al Nono. Y la pequeña, María del Mar, que no trabajó en el negocio pero fue la encargada de cuidar de vosotros y de sus hijos. Un modelo como tú de hija, madre y esposa. Ella y Andrés son de película y tú bien lo sabes.
Todos estaban a tu lado. Los tres juntos con sus mujeres y sus hijos. Todos decían que a tus 92 años estabas igual. Y tienen toda la razón. Cuando me asomé y vi tu cuerpo sin vida no pude evitar volver a la calle Murcia y entrar hasta la cocina y darte dos besos. De esos besos que había que darle a la Tita Antonia. Esa mujer de Gádor que supo crecer al lado de un gran empresario y criar a sus hijos como Dios manda.
Yo me siento muy orgulloso de ser tu sobrino y siento el disgusto que os dí cuando me fui de la empresa familiar por la Radio. Ya se que el Tito Juan me quería matar pero... era el gusanillo, Tita Antonia.
Seguro que estás ahora feliz allá arriba. La de Saberes que te habrás encontrado y la de tiempo que hacía que no veías al Papa (tu suegro), al tío Antonio (qué gran tipo) y a los mejores trabajadores que pisaron Saveres: el tío Luis y el tío Pepe. No habrá dos como ellos. El tío Juan los quería mucho a los dos como hermanos y ‘currantes’. Ellos fueron la verdadera estrella (Mercedes Benz) de la Carretera de Ronda, 55.
Menuda empresa y menuda familia formasteis el Tito Juan y tú. He dejado para el final a tu cuñado Manolo, mi padre, que siempre decía aquello de “esa es la que manda” para cabrear al Tito Juan. Ya sabes que no se callaba ni debajo del agua, pero te quería mucho pese a sus ‘locuras’. Tú ya sabes que nosotros somos muy cariñosos aunque lo manifestemos poco. Nos vemos siempre en bodas o entierros pero nos entendemos con la mirada: somos así de raros, Tita.
Dile al Tío Juan que muchas gracias por todo. Por hacerme aprendiz de Saveres. Por prohibirme que dejara los estudios. Por controlar mis notas. Por amenazarme de despido si no aprobaba. Por tantos cursillos a los que me mandó y por ponerme todo el dinero de la empresa en las manos (cajero) con sólo 20 años. Todo lo que me enseñó me ha valido mucho en mi etapa de periodista y en el día a día. Gracias de corazón.
El tío Juan tenía un sueño que igual era tuyo: “Quiero juntar a todos los Saberes y hablar con ellos por si necesitan algo y ayudarles”. Esto lo sabe bien la prima María del Mar. Dile que todos los míos están bien, gracias a Dios. Mi padre te llamaba a veces “Antonia la rica” y nunca supe si era por el dinero o por tus valores como persona.
Gádor estaba triste. Hacía mucho viento. A la izquierda el Tito Juan y tu regresabas a su lado seis años después. Al fondo vuestro pueblo y vosotros unidos para siempre a la tierra que os vio nacer. Al pueblo del que salisteis de la mano para buscar fortuna.
Aquí nos has dejado tristes pero vas a llenar de alegría el cielo con tu pose, con tu carácter, con tu moño.