Una madre para todos

“Te fuiste en silencio, discreta como lo fuiste siempre, intentando molestar lo menos posible, esper

Francisca Ruiz Galván

  • La Voz
Habían pasado poco más de tres años desde la muerte del abuelo, cuando decidiste que ya estaba bien, que era hora de emprender el camino. Él eligió el día de Todos los Santos, tú, el Jueves Santo. Dos fechas señaladas para dos personas inolvidables. Te fuiste en silencio, discreta, como lo fuiste siempre, intentando molestar lo menos posible, esperando a que estuviese toda la familia junta, tu familia, a la que te dedicaste en cuerpo y alma durante tus 94 años. La vida te hizo madurar pronto y convertirte en una mujer de tu casa, mejor dicho, en la mujer de la casa, y seguiste siéndolo siempre, con tus hermanos, con tus niños y con tus nietos, con tus sobrinos y con los vecinos. Has sido capaz de conocer a seis bisnietos (Diego, Lucía, Clara, Mar, Pablo e Inés), e incluso en los últimos momentos, cuando la desmemoria se apoderaba de ti, eras capaz de responder ante el llanto de un bebé, Inés, la pequeña Inés conseguía atraer tu atención. Quizás vieras en sus ojos celestes la mirada dulce del abuelo, que te decía que te estaba esperando, y al que conseguiste olvidar desde el mismo día de su marcha, supongo que para no sufrir. ¡Qué caprichosa es la memoria! La maternidad fue tu vocación, como una matrona romana que cuida cada detalle, que alimenta y atiende a sus polluelos, nunca faltaba un plato de comida para nadie, todo aquel que llegaba a la casa encontraba un sitio preparado, una sonrisa, una atención, una familia. Por todo ello es tan difícil acostumbrarse a tu marcha, porque tú constituías el eje alrededor del que girábamos todos y ahora estamos sin rumbo. Confío en que tu recuerdo nos inspire y nos guíe. Con la muerte de la abuela Paquita, se cierra definitivamente la puerta de mi infancia, cargada de recuerdos y vivencias. Una etapa marcada por los veranos en Almería, los fines de semana en el cortijo de Rioja y los juegos entre primos. Se acaba la niñez cuando uno tiene que asumir la muerte como parte de la vida, por muy dolorosa y triste que esta sea. Ahora estarás feliz, con el abuelo y con tus hermanos, a los que tanto echabas de menos. Un descanso merecido tras una vida de trabajo y dedicación a los demás.