Enrique Sistach Roura, persona estrechamente vinculada a la vida de la barriada de San José, en la localidad de Níjar, en Almería, ha fallecido hace unos días a consecuencia de una grave enfermedad.
Enrique Sistach, natural de Barcelona, donde nació el 26 de septiembre del año 1945, será recordado por sus familiares y amigos como un hombre entrañable, amigos de sus amigos, y amante de este pequeño enclave costero ubicado en el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, en el sureste español. Era una persona positiva, multidisciplinar en la práctica del deporte, enamorado del mundo del motor, gran conductor y viajero. Entre sus aficiones destacaban el modelismo, la astronomía, la práctica del trial por los montes de Almería y la navegación.
Una de sus principales pasiones fue el mar, y más concretamente el Mar que le vio nacer y al que estuvo vinculado durante toda su vida: el mar Mediterráneo. Fue uno de los precursores de la construcción del puerto de San José, y durante muchos años ocupó el cargo de presidente de su club náutico. Incluso, su amor por este enclave del sureste español le llevó a formar parte del proyecto de constitución de la Asociación de Amigos del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar.
La tremenda inquietud y la gran actividad de este ingeniero industrial, amante de lo empírico y de las aventuras donde hubiera uso de máquinas, impidió que se sintiera plenamente jubilado, después de ocupar la dirección de empresas de reconocimiento nacional e internacional como la fábrica de armas Santa Bárbara o la sección española del fabricante de neumáticos franceses Michelín.
También desarrolló su actividad como promotor y constructor de urbanizaciones turísticas y hoteles en distintas pedanías de Nìjar. En los últimos años de su vida, era habitual ver a Enrique Sistach en la cafetería de la taberna del puerto, desayunando con un periódico en la mano, analizando la actualidad del mundo, y comentando, con los amigos que con él se sentaban, la climatología y las condiciones marítimas para la navegación.
En el puerto de San José han estado amarrados sucesivamente sus diferentes barcos de vela, con los que le gustaba surcar las aguas cristalinas del mar que baña esta costa volcánica y acantilada, y descansar de sus travesías marítimas en cualquier pequeña cala o ensenada. Porque para Enrique, el binomio mar y viento, formaban un excelente argumento para poder desplazarse sobre un barco con todo el “trapo” descubierto.
Los que le conocimos y disfrutamos en alguna ocasión de su compañía, tras superar el dolor de su muerte, solo podemos desear que descanse en paz.