Hoy hace un año que te fuiste, primo, y aún no me lo creo. Me parece que estás de viaje y que en cualquier momento vas a entrar por la puerta cargado de regalos para tu princesa. Un año ya desde que saliste por la puerta con la única ilusión de traerle los pescaítos que tanto le gustaban a tu hija. Pero no volviste.
¿Por qué? Me pregunto todos los días. ¿Por qué tu? Con lo feliz que estabas tú con tu niña y con la cantidad de proyectos que tenías por cumplir. Que injusta es la vida que siempre se lleva a los mejores.
Echo de menos tus risas, tus bromas, tus besos. Nuestros ratos disfrutando de la Formula 1 que tanto nos gustaba a los dos. Siempre hemos estado unidos pero desde que nació tu hija mucho más.
Te convertiste en un padrazo. Nos dejaste a todos sorprendidos. Tu vida era ella, te desvivías. Todo, siempre te parecía poco. Tú se lo hacías todo mejor que nadie: la peinabas, la vestías, la bañabas, te tirabas al suelo y jugabas con ella como solo tu sabías hacerlo.
Aún recuerdo los primeros días en el hospital, que hasta las enfermeras alucinaban y nos preguntaban si habías hecho algún curso o algo por lo suelto que te veían con ella. Pero no, no lo habías hecho.
Lo que pasaba era que el amor que sentías por ella era tan grande que te salía todo de forma innata.
Cuando la miro me acuerdo tanto de ti. Cada día se te parece más y tiene tantas cosas tuyas... Qué pena, primo, que no estés aquí para verla crecer y ver lo bonita que está y todo lo que sabe.
Cuanto habrías disfrutado con ella y ella contigo, aunque sé que desde donde estés lo estarás haciendo y estarás orgulloso de tu princesa.
Ya no puedo ir a la playa y no acordarme de ti. Ya no me trasmite la paz y la tranquilidad que antes me daba.
Estoy enfadada con ella porque te llevó y no nos dejó seguir disfrutando de ti.
Primo, desde ahí arriba cuida de todos en especial de tus padres y de tu hija, que son los que más te necesitan y más te echan de menos. Y no nos dejes nunca solos.
Te quiero, primo.