Hasta hace poco se le podía ver en su cortijillo de la vega de Turre en cuclillas, con sus alpargatas y su rostro surcado por las arrugas del tiempo. Era capaz de permanecer así durante horas, con las rodillas plegadas como un perigallo, con la gorra calada, preparando canastos de higos o esperfollando panizo, como se hacía antes por esas tierras turreras de menestrales. Ayer falleció en Turre, su pueblo, Martín Grima Grima, oriundo de la cortijada de La Nava, entre Mojácar y Turre. Fue alcalde de su pueblo durante tres años, en la primera legislatura de la democracia y una de sus obsesiones siempre fue el agua, la tierra, los canales, todo aquello que se pudiera palpar con las manos. Regentó junto a su familia el célebre restaurante Grice donde daba gurullos, trigo y caracoles a legiones de veraneantes que empezaban a llegar al Levante almeriense y que apreciaban los guisos tradicionales de la tierra. Martín, se ha ido con 89 años, y deja tres hijos, Arturo, actual alcalde de Turre, Juan, editor de Arráez e Isabel, profesora.