El Hemingway español

Manuel León

Manuel Leguineche- periodista

  • La Voz
L0 conocí en su despacho de la calle Zurbano, rodeado de montañas de periódicos en el suelo como una trinchera. Allí estaba Manu, a finales de los 80, con sus gafas de concha y un puro entre los dedos. “Llama a Urtain y hazle una entrevista, eso se publica bien”, me dijo. Desaparecía temporada de ese humilde rellano madrileño y después volvía, cansado pero chisposo, dando ideas a los meritorios que por allí andábamos entre máquinas de escribir y teletipadas. “Cuando vayas por Almería me avisas, te tengo que hacer un encargo”-me reclamaba. Siempre me quedé con las ganas de averiguar el recado. Dirigía Leguineche, en esa época, la agencia LID y por allí estaban con él Pilar Cernuda, Carlos Cernuda, Mariano Guindal y demás cronistas predigitales. Nunca me pagó un duro, Manu, durante el año que frecuenté la agencia, pero de vez en cuando le daba por hablar (porque hablaba mejor que escribía) y ya merecía la pena, contando sus andanzas por Saigón o por Guinea, con Jesús Torbado o Gervasio Sánchez. Era raro, voluble, apasionado por los papeles, con una risa estruendosa que inundaba aquel pasillo de madera. Era ya una leyenda del periodismo, del oficio de escribir, un Hemingway a la española, un escriba con la cuartilla bajo el flexo. Después, su amigo del alma, Javier Reverte, se lo trajo por Garrucha, a pescar galanes con Pepe el Almejero y a beber unos vinos con Pepe El Vinagre y Juanito el de Banesto. Se sentaba en una silla frente al Puerto a ver los barcos llegar, oliendo a estopa, con el sol dándole en la nuca. Le gustó tanto este sur levantino que se compró una casa frente al cuartel de la Guardia Civil. Y venía con su madre y con su amiga Emilia, la de Paco el de la Viuda. Tenía saque, sobre todo con las chuletas de cordero de Adelina de Turre. No le hacía gracia vivir al lado de la Benemérita, y se agenció un chalé en Marina de la Torre, en Mojácar, abrigado por el Moro Manco. Allí consumió mucho sol almeriense también, ya asaetado por la enfermedad. Ayer se fue un romántico del periodismo, del reportaje, de la crónica en letras de molde, quizá uno de los últimos.