Fernando Mañas: 52 años sirviendo desayunos y almuerzos en la UAL
El hostelero sólo se ha conocido detrás de la barra de la Cafetería Central junto a su familia

Fernando Mañas en la Cafetería Central de la Universidad de Almería.
“Cierran la cafetería central de la Universidad de Almería, ¿Dónde almorzaré ahora? Si tenían los mejores platos del campus y tirados de precio”, decía mi hermana con cara de velorio, como que acababan de tocarle la panza y la cartera en un solo golpe. Y es que después de 52 años detrás de la barra, Fernando Mañas, se merece la jubilación porque ha viajado poco, ha vivido con mucho estrés y el negocio le ha llevado alguna que otra discusión con su señora, que también está en la cocina.
¿Cuándo empezó todo?
Empecé a trabajar con mi padre en el año 1974, con 13 años, en lo que entonces era la cantina del Colegio Universitario de Almería. Aquello estaba en las antiguas caballerizas del gobernador, en el Cortijo del Gobernador un edificio que sigue en el Paseo de la Caridad.
¿Siempre en el mismo sitio?
No, en el 1976 nos trasladamos a La Cañada, al actual campus. Allí empezamos desde cero, y poco a poco fuimos creciendo. La universidad puso el edificio, pero todas las máquinas y mejoras las he ido incorporando yo.
¿Siempre trabajó en la cafetería?
Toda mi vida laboral ha sido esto. Firmé contrato en el 1986 cuando mi padre se jubiló y cogí el testigo, justo el año que me casé. Entonces la Universidad de Almería aún dependía de la de Granada. Ese año se incorporó mi mujer a la cocina, ella lleva 40 años trabajando aquí.
¿Cuántos trabajadores tiene actualmente?
Ocho personas. Mi mujer, mi hermano, una prima de mi mujer, un sobrino… Es un negocio muy familiar.
¿Y por qué ahora se cierra?
No tengo relevo generacional. Mis tres hijas han tomado caminos distintos. Quiero que tengan otra vida, con más estabilidad. Ser autónomo es duro, siempre pendiente de contratos, renovaciones…Aunque mi hija pequeña se ha hecho autónoma ahora, veremos a ver qué pasa, esa es mi preocupación.
¿Cómo ha vivido el día a día?
Con mucho estrés, claro. Entre desayunos, tostadas, comidas… Nos hemos llevado el trabajo a casa, pero también hemos sido felices.
¿Qué le ha aportado la Universidad?
Muchísimo. He conocido a generaciones enteras de estudiantes que hoy son profesores, rectores, doctores… Es un orgullo. La cafetería ha sido testigo de cómo crecía la Universidad.
¿Cuál ha sido el secreto de tantos años de éxito?
Luchar por sacar a la familia adelante. Trabajo constante, compromiso y muchas horas. Pero ya el cuerpo me pide parar, descansar, vivir más.
¿Recuerda momentos especialmente duros?
Los primeros siete años tras convertirse en universidad, en 1993 creo recordar, fueron una locura. Solo estábamos nosotros para dar servicio a miles de alumnos. Trabajábamos sábados y a veces hasta las 10 de la noche.
¿Y la pandemia?
También fue complicada. Reorganizamos horarios, intentamos que los trabajadores estuvieran bien. Ya antes de eso empecé a reducir jornadas porque las fuerzas no son las mismas.
¿Se ha podido permitir unas vacaciones?
No, la verdad es que no. De lunes a viernes vivo para mi trabajo, me guste más o menos y trato de hacerlo lo mejor posible.
¿Cómo ha visto la evolución de la Universidad?
Ha sido increíble. De un colegio con pocos edificios a un campus excelente. Detrás de la barra uno escucha mucho, y siempre he intentado llevarme bien con todo el mundo.
¿Qué platos son los más demandados?
En desayunos, tostadas con queso y ahora que lo hemos puesto también el aguacate. Para almorzar, el pollo al horno que hace César, nuestro cocinero, y la magra con roquefort. También preparamos platos típicos almerienses que rotamos cada semana, como berza o trigo.
¿Cuántos clientes pueden atender al día?
Tenemos entre 50 y 60 mesas. Llegamos a vender hasta 30 kilos de café a la semana. Ahora hay más cafeterías en el campus, pero seguimos trabajando bien.
¿Los precios?
Son ajustados, nuestro café es a un 1,10€, pero no hay subvenciones. Pagamos todo como cualquier negocio: luz, agua, sueldos… Siempre he intentado ofrecer calidad a buen precio, pero sin renunciar a hacerlo bien.
¿Y ahora qué?
Cumplí 65 en febrero. Me jubilo el 31 de julio. Aún tengo que ver cómo sacar todo lo mío de allí, vender maquinaria… No tengo grandes planes. Viajar, descansar, disfrutar un poco más de la vida.
¿Algún mensaje para quienes han pasado por la cafetería?
Ha sido siempre un placer trabajar para la gente. Siento si alguna vez me he equivocado, porque todos somos humanos. Mi ambición ha sido establecer un vínculo con las personas y tratarlas lo mejor posible. A mí y a los míos nunca nos han faltado fuerzas para llevarlo a cabo, pero, a veces, el estrés habrá hecho que estallemos. Qué duda cabe de que siempre lo hemos intentado hacer lo mejor posible. Obviamente, echo a mucha gente de menos: tanto a alumnos que se portaron conmigo de forma espectacular, como a profesores que, por desgracia, han fallecido y a quienes recuerdo con mucho cariño.