Candelaria Murcia López nació en octubre de 1893 en el barrio de la calle de Granada y murió en Almería en julio de 1973. Su padre, Antonio Murcia, maestro albañil, quiso que la niña recibiera una extensa instrucción académica en una época, los primeros años del siglo veinte, donde eran pocas las niñas que iban a la escuela y menos aún las que después de los años del colegio podían seguir estudiando. Candelaria, que ya había demostrado un talento especial en los primeros cursos del colegio, tuvo la oportunidad de ser alumna de la Escuela de Artes e Industrias siendo director López Redondo y secretario don José Rocafull. En sus años en el centro llegó a ser una de las alumnas más destacadas, siendo premiada todos los cursos por su extraordinarias calificaciones en dibujo geométrico, dibujo artístico, aritmética y contabilidad.
En octubre de 1909, en el acto de apertura del curso, cuando los profesores premiaban a los más destacados, Candelaria fue ovacionada por el auditorio cuando subió por tercera vez al escenario a por un galardón, como así lo reflejaba el diario La Crónica Meridional: “llamó la atención la simpática señorita Candelaria Murcia López, que en siete veces se acercó a la tribuna a recoger otros tantos premios y accésit”.
La niña tenía un don especial para los números y dominaba la técnica del dibujo en todas sus disciplinas, además de estar considerada como una de las mejores en labores, una asignatura que entonces era obligatoria para las muchachas. Con tanta capacidad intelectual no es de extrañar que la joven encauzara su vida después de los estudios por la enseñanza. Junto a sus hermanas Carmen y María montó una escuela de barrio en la calle de Granada, donde además de las asignaturas propias de la educación de la época, enseñaban a las niñas a bordar, una labor imprescindible en aquel tiempo. Aunque era una academia privada, en los años veinte recibía una pequeña compensación económica que le llegaba del ayuntamiento, y que ella tenía que solicitar con antelación por educar en su centro a niñas de familias pobres, sin recursos para poder abonar cada mensualidad.
En los años veinte, en cada barrio de la ciudad existían varias escuelas y en muchas de ellas la enseñanza estaba separada por sexos. Eran muy célebres las escuelas graduadas de la Almedina, la escuela de párvulos de la calle Zaira, la escuela de niños de la calle de Murcia, la escuela de la calle de Ramos, la escuela del Puerto, la escuela del barrio de Los Molinos, y la escuela de doña Candelaria, destinada a niñas de clase social media, muchas de ellas hijas de comerciantes de la calle de Granada, que en aquel tiempo era una arteria comercial importante.
Como se puede comprobar por la fotografía, las niñas de su escuela se caracterizaban también por la pulcritud, y sus vestidos y peinados dejaban a la luz que procedían de familias acomodadas. La imagen está tomada en el patio de la academia, que estaba detrás de la casa, dando a la Avenida de Vilches.
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