Felix Marín Lupión fue un buscavidas que se pasó la suya trabajando. Probó de un oficio y de otro hasta que encontró el filón que buscaba en el cine. Eran los años sesenta y Almería se había convertido en un plató natural donde venían las grandes productoras a rodar películas. Un día, junto a sus socios Pepe ‘el de la Violeta’, y Juan Ayala, con los que llevaba el bar del Campamento de Viator, tuvo la idea de montar un restaurante móvil que se desplazara al lugar de los rodajes para servir comida caliente. Hasta ese momento, había establecimientos hosteleros en la ciudad que se encargaban de llevar los alimentos a las películas, pero la mayoría de las veces la comida se enfriaba en el desplazamiento y se hacía a base de bocadillos y platos precocinados.
Felix Marín y su equipo pusieron en marcha el primer restaurante móvil capaz de llevar la cocina tradicional y las comidas caseras recién hechas a los lugares más insospechados. Acondicionaron una furgoneta DKV y se pusieron en marcha, abriendo camino por las ramblas de Tabernas donde nunca antes había llegado el olor de las patatas fritas, de las migas y del pimentón. Aquella vieja furgoneta atravesó caminos que jamás había pisado un coche y llegó hasta los rincones más escondidos del desierto. En más de un rodaje el ‘coche’ de la comida tenía que seguir los pasos de la máquina que iba delante quitando piedras y tierra para que la caravana pudiera pasar. Muchas de las veredas que hoy aparecen por las ramblas de Tabernas se construyeron en los días de rodaje. A veces, había que servir el almuerzo en lugares recónditos, en parajes imposibles donde no llegaban los camiones y había que transportar la comida en mulas.
El negocio lo estrenaron en 1964 en el Llano de Tecisa, durante el rodaje de la película ‘La venganza del Mohicano’. Eran jornadas agotadoras que comenzaban de madrugada cuando había que ir a la alhóndiga a comprar los alimentos, y terminaban cuando se iba el sol. Había que servir en comedores montados sobre la arena con más de cien personas y responder a las exigencias y a las extravagancias de todos aquellos personajes.
Fue también en 1964 cuando Felix Marín conoció a Sergio Leone, con el que compartió todos los trabajos que el italiano dirigió en nuestra tierra. Nadie conocía mejor a Leone que el que le llenaba el estómago, por lo que entre los dos surgió una relación de amistad que sobrepasó el ámbito profesional. Isabel Pérez Rubio. la mujer de Felix, se especializó en el gazpacho del director. Leone era un consumidor insaciable de gazpacho, por lo que tenía que hacerle todos los días cinco litros que embasaba en botellas de La Casera y las guardaba, como si fuera un tesoro, en la nevera más grande entre enormes bloques de hielo.
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