Los retratos de Luis Guerry

Se han cumplido 25 años de la muerte de Luis Guerry, el hombre que retrató la ciudad durante medio siglo

Guerry retrató a la mujer almeriense durante medio siglo.
Guerry retrató a la mujer almeriense durante medio siglo.
Eduardo D. Vicente
12:06 • 19 jul. 2016

Entraban en el estudio dispuestas a ser reinas para  siempre. Sabían que Guerry tenía el elixir de la eterna juventud guardado con siete llaves en aquel cuarto lleno de sombras donde la belleza revoloteaba como un duende agitando el ambiente. Llegaban asustadas, con la timidez de la época metida en la garganta, y salían con gesto de diosas, como si todos los grilletes de aquel tiempo se hubieran quedado allí dentro, colgados de la vieja cortina de la sala.
Muchachas de la posguerra que soñaban con el retrato de Guerry, que se arreglaban como novias para presentarse delante de aquel artista que era capaz de sacarles el gesto y la mirada que sólo ellas conocían cuando se descubrían en la intimidad del espejo del dormitorio. 





Había niñas que estaban meses ahorrando para poder cumplir su deseo en una época en la que uno de los espectáculos de la ciudad era el escaparate del estudio de Luis Guerry, en la esquina del Paseo y la calle Navarro Rodrigo. Era una amplia vidriera en el interior de un hall donde el maestro exponía sus últimas obras para que la gente las disfrutara.
Por las mañanas, cuando los grupos de muchachas pasaban por allí camino del instituto y del colegio, se paraban ante el escaparate con la incertidumbre de descubrir a una amiga, a una vecina, a ellas mismas. “Que Guerry ha puesto la fotografía  de Flor Laynez”, “que Guerry ha colgado el retrato de Salvadora Navarro”, se iban contando las unas a las otras, y durante los días siguientes aquella esquina del Paseo parecía la puerta de la Catedral en un Viernes Santo.





Entrar en el estudio era dejar atrás los miedos, las represiones, la moralidad más estricta y las apariencias cotidianas. Allí dentro, en aquel reino de las luces y de las sombras, la belleza se desbocaba detrás de las manos y de los ojos del artista. Guerry provocaba las miradas y los gestos. Las iba creando como un alquimista, gota a gota,  hasta que por fin el alma de la retratada se asomaba ante la cámara para quedarse para siempre. 









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