Alcohol y jóvenes se ha convertido en un binomio peligroso, aunque habitual, y lo que es peor, aceptado socialmente. Hay incluso municipios que han mantenido espacios específicos para que los jóvenes pudieran hacer botellón los fines de semana. Las trágicas consecuencias de este binomio han llevado a las administraciones a valorar nuevas actuaciones, fundamentalmente, de prevención. En la provincia, son 160 las personas que hoy están en tratamiento para dejar el alcohol de la mano de Alcohólicos Rehabilitados de Almería (ARA).
Esta asociación trata también a los familiares. Son cerca de 80 los que siguen en tratamiento psicológico. En 2016 ningún menor ha entrado en tratamiento ni como paciente ni como familiar, reconocen tanto el presidente de ARA, José Salvador González, como responsables de la delegación territorial de Salud.
Aunque la edad de inicio en el consumo del alcohol se sitúa en los 14 años, que éste se convierta en consumo abusivo “tarda” unos diez años, de modo que el tratamiento del alcoholismo se hace normalmente con mayores de edad. Algo que tiene que cambiar actuando sobre menores y también sobre sus padres o tutores, entiende el presidente de ARA, que se muestra dispuesto a colaborar con las instituciones a la hora de elaborar programas o planes específicos para evitar los estragos del alcohol entre la población joven.
Servicio Provincial Este mismo 2016, el Servicio Provincial de Drogodependencias y Adicciones de Almería (SPDA) ha tratado a 170 menores, la mayoría (129 jóvenes) por consumo de cannabis. Los menores, informan desde Diputación Provincial, suponen en este servicio el 5% del total de personas atendidas. Y tampoco ninguno de los usuarios ha accedido por problemas con el alcohol. Y eso que tanto los profesionales de este servicio provincial como los de la asociación ARA informan y asesoran a padres que se acercan hasta alguno de estos dos servicios para conocer qué pueden hacer con unos hijos menores que “tontean” con el alcohol.
El cambio del perfil del alcohólico hace reflexionar a quienes trabajan con estos colectivos. Y es que, si hace unos años, quienes se acercaban hasta la asociación de Alcohólicos Anónimos de Almería para solicitar ayuda, eran, en su mayoría, varones de entre 50 y 60 años “con muchos problemas detrás”, dice González. Hoy, insiste, son más jóvenes, de entre 20 y 30 años, que mantienen su trabajo y que “vienen, reciben tratamiento y se van”.
Un tratamiento que se prolonga durante dos años. Un periodo en el que se trabaja con sesiones individuales y colectivas, y dirigidas por profesionales. A los dos años, se entiende que ya ha pasado el tiempo prudencial para que el alcohólico reciba el alta, dice el presidente de ARA, que insiste, no obstante que “el alcoholismo no se cura, sólo se controla”. De ahí que muchas de las personas que han superado con éxito el tratamiento sigan hoy vinculadas, de alguna manera con la asociación. “Mantenemos terapia de mantenimiento”, dice este alcohólico rehabilitado que insiste en lo positivo de conocer de cerca las experiencias de quienes han pasado por el infierno del alcohol para “controlar” el problema.
El Servicio Provincial de Drogodependencias y Adicciones de Almería ofrece “atención preferente a menores, especialmente con consumos de alcohol”, explica el diputado popular Ángel Escobar, que señala cómo también acuden al servicio menores llegados desde otras administraciones públicas (Justicia, Salud Mental, Atención Primaria, Servicios Sociales Comunitarios...) por abuso o consumo problemático.
“La dificultad está en la calle ya que los ciudadanos percibimos (erróneamente) como de menor riesgo el consumo de alcohol en jóvenes o, lo que es lo mismo, la sociedad es más tolerante con los consumos de tóxicos legales, pero hay que recordar que el consumo y venta de alcohol está prohibido hasta los 18 años, precisamente para garantizar un desarrollo psico-físico saludable sin riesgos innecesarios”, insiste.
Cuando un menor acude al servicio, lo hace acompañado por padres o tutores para iniciar un trabajo de normalización de actividades de la vida diaria, cambio a hábitos de vida saludables y detección de situaciones de riesgo. Durante el tratamiento es muy necesaria la coordinación entre familia, instituciones, centros educativos, servicios sociales y también de salud.
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