Lola Gómez Ferrón: "Los almerienses ven su agricultura con iguales tópicos que un alemán"

Su proyecto, Clisol Agro, abrió hace más de una década una vía de negocio que aúna turismo y agricultura. Con ella aprende y enseña cada día

Lola  Gómez Ferrón es una de las pocas mujeres con proyección pública del sector agrícola. En la fotografía, en un momento de la entrevista con La Vo
Lola Gómez Ferrón es una de las pocas mujeres con proyección pública del sector agrícola. En la fotografía, en un momento de la entrevista con La Vo
Antonia Sánchez Villanueva
10:38 • 07 may. 2017

Es crítica con su sector, con Almería y con la sociedad en su conjunto, aunque sin ápice de acritud. Eso sí, está convencida de que las cosas se pueden hacer de otro modo. Y a todo le encuentra paralelismo con las plantas. 




 Es una de las pocas mujeres con visibilidad dentro del sector agrícola. ¿Se siente un ave rara?
 En absoluto. Sí es cierto que si algo he conseguido en mi trayectoria empresarial es visibilidad. Pero no me considero una representante del agro como tal. 




¿Qué se considera entonces?
 Alguien que muy humildemente se intenta buscar la vida. A mí me gustan dos cosas, la vida de las plantas y hablar, con lo cual soy una privilegiada, porque he conseguido aunar las dos. Por desgracia el sector sigue sin valorar lo que yo hago. Llevo quince años con una actividad que es beneficiosa para mi provincia y para el 60% de su economía, que es la agricultura. Por otro lado estoy cada día con nuestros consumidores finales, de cualquier perfil, y veo la satisfacción, el cambio de chip, y eso es muy gratificante. Tenemos unas prioridades equivocadas. 




¿Por qué?
 Porque no le damos valor a lo que realmente lo tiene. Hago una actividad dirigida a nuestros consumidores finales, con lo cual tengo el privilegio de estar testando cada día cómo nos ven, qué piensan de nosotros, cómo ven nuestras hortalizas en el lineal de los supermercados y esos consumidores te van haciendo cambiar tu visión. Cuando las personas estamos en un ámbito y no salimos de ahí se nos cuadriculan mucho nuestras prioridades.  




¿Cree que el sector agrícola almeriense ha perdido la perspectiva?
 Es que creo que no la ha tenido nunca. Llevamos 45 años a lo grande vendiendo hortalizas, no hemos tenido que hacer esfuerzo de márketing, de imagen. Hemos sido capaces de hacer una serie de cambios, los más grandes, pero luego hay pequeños cambios de mentalización que cada vez entiendo menos por qué no se llevan a cabo. Los agricultores estamos de nuestra casa a la finca y a la cooperativa, pero luego está la parte alta del sector, la federación de cooperativas, de alhóndigas, entidades público privadas de cualquier índole, vinculadas al sector y que dependen totalmente de esa base...




... el establishment...
 Exactamente. Esos sí que se mueven, viajan, están en ferias, en foros, y sí que se supone que tienen que tener una visión de lo que realmente necesitamos. Nos estamos gastando un dinero en promocionar nuestra provincia, nuestro paisaje y tenemos ahí un paisaje que es el reclamo turístico más disruptivo del mundo. El mar de plástico en los últimos quince años ha pegado un cambio cualitativo brutal, pero los agricultores y agricultoras tenemos que dejar de pensar en que nuestra empresa está a partir de la puerta del invernadero. Tú no puedes tener tu finca hecha una monería de limpia pero que de la puerta del invernadero hacia afuera no la mantengas limpia. Los esfuerzos no hay que hacerlos en limpiar, hay que hacerlos en mentalizar.




Hablaba de la disociación entre el establisment de la agricultura y lo que quiere el consumidor. 
 No es que haya una disociación, pero sí es cierto que muchos de los esfuerzos se están haciendo hacia los clientes directos, que no son los consumidores finales, son los intermediarios en la gran distribución. Sé que hay que hacerlo, pero con un poco de imaginación se puede llegar al consumidor final. Lo que ocurre es que no es fácil. 




Su trabajo es diferente dentro del sector agro. Aparte de por esa diferencia, ¿el hecho de ser mujer ha influido en que se le reconozca menos?
 Sí, lo pienso. Lo que yo estoy haciendo puede hacerlo todo el mundo, casi 15.500 personas, que somos los que estamos al frente de las explotaciones que componen el mar de plástico de Almería. La cuestión es el know how, y eso no se consigue ni en un año ni en dos, son muchos años frente a los consumidores, viendo sus gestos, sus reacciones, escuchándoles, todo eso es muy importante. 


El sector agrícola de Almería está compuesto de mujeres en la base pero en la cúpula la presencia es ínfima. ¿Eso se corregirá con el tiempo?
 Supongo que sí. Hay un tema que a mí me llama mucho la atención, todos sabemos que en el sector agrícola, la mayoría de los actores que estamos no hemos tenido una oportunidad alta de formarnos, la mayoría hemos llegado escasamente al graduado escolar, con lo cual es un sector que ha necesitado formarse, y sigue necesitándolo. En la sociedad del mar de plástico, en la familia agricultora, se ha trabajado prácticamente a la vez el hombre y la mujer. Sin embargo, se ha llegado a la casa, ella ha empezado con su segunda jornada, cena, ropa, niñas, tareas, casa, el marido se ha duchado, ha cenado y se ha ido a hacer un curso, porque tenía que formarse. 


El hecho de que hasta hace muy poco las mujeres no pudieran ser cotitulares de explotaciones agrarias parecía anacrónico. 
 Pues sí. Es increíble, y lo que más me ha dolido es que una vez que se consiguió no haya tenido la repercusión que tenía que tener. Eso es un signo negativo de lo que es la base del campo. El porcentaje que se ha aprovechado de ese cambio de ley es muy pequeño.


Ha citado varias veces el mar de plástico...
 El mar de casas verdes, yo ya no utilizo la palabra invernadero...


¿Traduce del inglés?
Podría traducir del sueco, que es todavía más bonito, casa de cultivo. ¿Y por qué en español tiene que ser invernadero? Las plantas no invernan, invernar es quedarte en letargo hasta que las condiciones exteriores cambien, eso no es así, las plantas bajo el plástico están en un hábitat maravilloso para que se desarrollen en equilibro. 


Pero si cambiáramos el término, ¿en qué cambiaría el concepto?
 Es un ingrediente más para cambiar la imagen de nuestro sector. Mar de plástico… yo no huyo de la palabra plástico, pero el mar de plástico está hecho de casas verdes. No hay mejor nombre y adjetivo, es una amazonía.


Cuando empezó la serie Mar de Plástico hubo muchas reservas en Almería y después ha sido hasta premiada aquí. ¿Es de las que se echó las manos a la cabeza antes de verla?
 Pues mira, cuando yo me enteré de la serie no me gustó nada. La productora me buscó por cambiar impresiones y porque querían que les ayudar a buscar localizaciones. Me dijeron que tuviera en cuenta que era una ficción. Lo entendí así. Hay que saber tomarse las cosas con filosofía y sobre todo el arte está en positivar eso. Si la van a hacer, y durante meses toda España va a estar hablando del mar de plástico, vamos a enseñárselo como realmente es. Hubiera querido que los actores de Mar de Plástico hicieran la visita a Clisol, pero no ha sido posible. 


¿Vio la serie?
 Sí, por supuesto. Todo el mundo hablaba de nosotros, evidentemente nosotros lo vemos de otra manera, se notaba los fallos que tenía el guión, pero el consumidor normal no lo percibe. La mayoría de la gente la ha visto como una ficción. Es curioso, pero el fenómeno de los refugiados, de Siria, de Irak, ha cambiado la forma de vernos los españoles y los europeos. Mi experiencia hablando sobre todo con nórdicos es que ahora entienden cosas que antes no entendían. 


¿Entienden mejor ahora la inmigración?
 Sí. A las personas hay que ponerlas en un contexto, y la situación les ha ayudado a contextualizar nuestra realidad. Todos los clientes preguntan por el tema social. Cuando vienen y visitan el invernadero, allí están mis trabajadores, y mis trabajadores son de Marruecos. Tú les cuentas determinadas experiencias que ni se les pasan por la cabeza,  ni a un sueco, ni a un español. 


Del sector agrícola se dice mucho bueno pero también que tiene muchas amenazas. ¿Ve en el futuro una Almería que siga viviendo de la agricultura?
 Yo sí la veo.


¿Y qué necesitaría cambiar o mejorar el sector?
Tendremos que cambiar las prioridades. Ahora mismo el principal problema es el agua. Me llama poderosamente la atención que la Unión Europea exige a los ciudadanos determinadas medidas pero no a los gobiernos. Me explico. La Unión Europea, las certificadoras, los grandes supermercados, llevan un tiempo diciéndonos que qué pasa con el agua, quieren que les demostremos que somos sostenibles. No cabe duda de que tenemos problemas de agua. Pero tampoco cabe duda de que tenemos todo el sol y todo el viento del mundo. Y, sin embargo, la desaladora de Balerma se ha hecho con energía eléctrica convencional. Es de juzgado de guardia. En Canarias hay una desaladora que está funcionando con eólica y con hidráulica. ¿Qué vamos a pedir en un país en el que llevamos varios años con el tema de renovables parado? Era un sector que generaba inversión, y que se ha venido abajo, estamos en manos del lobby eléctrico. Pues nadie habla de eso. 


¿Y no cree que para la importancia que tiene la agricultura en Almería el conjunto de la provincia presta poca atención a este sector y sus necesidades? 
 Un carpintero o un bancario de Roquetas, de Vícar o de La Mojonera, tiene la misma imagen del sector que un alemán o un bilbaíno. ¿Cómo hemos hecho las cosas para que eso ocurra?¿cómo vamos a querer que la conozcan el resto de España y de Europa? Los propios almerienses no conocen su sector, y lo conocen con los mismos tópicos típicos que el resto del mundo. Y, lo peor, el resto del mundo, cuando llega a Almería, es tan impactante el plástico por fuera que sienten la necesidad de que alguien se lo enseñe. Díle tú a un almeriense, que ha nacido, crecido y vivido al lado de los plásticos, que vaya a verlos...


¿Cómo conseguir que la sociedad almeriense conozca y aprecie el sector del que vive la provincia?
 Creo que este tema debería entrar dentro de la responsabilidad social del sector. Por ejemplo, mi cooperativa, Vicasol, hace unos años hacía una especie de anuncios sobre el papel del agricultor a la hora de hacer las hortalizas. Algo así, pero más enfocado hacia los almerienses, que nuestro propio entorno nos conozca. Porque, además, hay una serie de argumentos emocionales, muy ilustrativos, a la hora de convencer a la gente. Y son determinados detalles que influyen en la vida y en el comportamiento de las plantas, que son los mismos que influyen en nuestra vida y en nuestro comportamiento. Para que la gente entienda la técnica de semillero se lo explico hablando de lo que estamos haciendo hoy con las nuevas generaciones. 


Explique esa teoría. 
 Es muy sencillo. La palabra “no” ha desaparecido del lenguaje de los padres jóvenes.No se están dando cuenta de que los están haciendo unos blanditos, se están dedicando a darles un bienestar material y cero transmisión de valores. La transmisión de valores es  regañar, es corregir, y es decir no, todo con mucho amor, por supuesto.


¿Y qué tiene eso que ver con las plantas?
 A las plantas se les hacen varias cosas para endurecerlas. Tenemos que aplicarles técnicas para que luego, en el invernadero, se desarrollen en competencia con el resto y en competencia para captar la luz, el agua, el nutriente... Si en el semillero se lo damos todo, en el invernadero no son capaces de desarrollarse con un equilibrio. Con las personas pasa igual. 


En una sociedad con tanta información y tan preocupada por la salud, ¿producir hortalizas es tener el bálsamo de Fierabrás?
 Almería tiene un filón por explotar. Hacemos los productos base de la dieta mediterránea, pero nos queda todo por hacer, todo. ¿Cómo hemos podido dejar que los productos elaborados sean los que se publiciten, no los productos naturales? Llevo 14 años haciendo visitas con colegios, cuando a los niños se les ofrece desayuno mediterráneo con tomate cherry, mini pepinos, mini pimientos, el 90% de los platos no se tocan. Las hortalizas no las prueban. Las farmacéuticas, otro de los lobbys, manejan este país. A nuestros niños, desde que dejan la leche materna, se les está educando el paladar al azúcar industrial. No sé si en los congresos pediátricos se habla de esto.


Me da que no. 
Pues me encantaría que lo pusieras en titular. De esto nadie habla. Me alarma. 
 



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