El glamour militar del viejo palco

Funcionó hasta 1976 en el estadio de la Falange. Era un balcón en la grada de tribuna

El palco del estadio de la Falange el domingo 17 de febrero de 1974.
El palco del estadio de la Falange el domingo 17 de febrero de 1974.
Eduardo D. Vicente
22:36 • 10 sept. 2017

Cuando el balcón se llenaba de invitados teníamos la sensación de que se iba a venir abajo en cualquier momento. Faltaban centímetros para colocar tantas sillas y las autoridades trataban de ganarse la posición metiendo los codos y las caderas para tener el mejor sitio.




Aquel balcón era el palco oficial del estadio de la Falange, un palomar donde se exhibían los mejores ejemplares de nuestra fauna militar y política. Cuando había un partido importante los aficionados miraban al palco para entender que esa tarde nos jugábamos algo más que tres puntos.




El viejo palco del estadio nos recordaba el coliseo romano que veíamos en el cine, con la tribuna del emperador mandando sobre el pueblo, aunque con mucho menos glamour. Nuestro viejo palco se desvanecía de viejo y las grietas amenazaban su integridad domingo tras domingo. Estaba presidido por el yugo de Falange labrado en hierro y sus asientos eran humildes sillas de madera plegables, las mismas que utilizaban los policías armadas que vigilaban alrededor del terreno de juego.




El palco del estadio era un refugio masculino donde de vez en cuando se colaba alguna señora, esposa de algún personaje importante. Arrastraba esa decadencia castrense de los últimos años del Franquismo, con falangistas en proceso de reconversión, con políticos trajeados que acudían como si fueran a una procesión, con militares vestidos de paisano que fumaban grandes puros y se quitaban el frío a base de copas de coñac. Porque allí arriba siempre hacía frío ya que por las tardes daba la sombra y corría el aire fresco que llegaba del mar.




El palco era un lugar de gabardinas perennes, el mejor sitio para coger un resfriado. Además de pequeño, incómodo y frío, el palco tenía que soportar el castigo de uno de los altavoces del estadio que estaba justo encima del balcón, por el que sonaban desacoplados los acordes de las marchas militares que entonces componían la principal banda sonora en los campos de fútbol del país. Entrábamos al estadio con ardor guerrero escuchando aquella música mientras en los palos mayores del recinto ondeaban las banderas del régimen.




Encima del palco estaba el ‘terraíllo’ del estadio, un lugar que también se aprovechaba en los partidos importantes, cuando el recinto se quedaba pequeño. Entonces se habilitaba la azotea principal como tribuna de prensa y allí, en aquella cumbre donde la humedad te calaba hasta los huesos, los periodistas de la época iban anotando las incidencias del juego a la vez que festejaban los goles de su equipo.




Las crónicas de aquel tiempo estaban llenas de solemnidad y caserismo y un periodista era uno más de la plantilla y todo un personaje en la ciudad. Cuando el informador llegaba al estadio era recibido con honores por los porteros y gozaba del privilegio de codearse en los descansos de los partidos con el mismo presidente y de bajar después a los vestuarios para entrevistar a los entrenadores, en una época donde no existía la sala de prensa y donde la zona mixta era un anchurón que había en la misma puerta del vestuario, ese escenario donde descubrimos que el esfuerzo y el cansancio huelen a sudor y a linimento.




La fotografía de la página recoge una imagen del palco del estadio de la Falange durante el encuentro entre el Almería y el Huelva, en febrero de 1974. Era un partido grande, ya que el equipo onubense llegaba como líder del grupo y el Almería buscaba también el ascenso a Segunda División. La expectación superó las previsiones y la junta directiva tuvo que habilitar una grada portátil detrás de la portería de fondo norte y colocar una fila de sillas delante del graderío de general.


El palco también se llenó hasta la bandera, sin un metro libre. Lo presidía don Joaquín Gias Jové, Gobernador civil y Jefe provincial del Movimiento, acompañado del alcalde Pérez Ugena y del presidente del club, don Ángel Martínez Rodríguez, que con su empresa Remasa se empeñó en hacer algo grande por el fútbol local.


Aquella temporada de 1973-1974 estuvo repleta de grandes momentos. El partido ante el Recreativo de Huelva que se ganó por tres a cero con goles de Antonio Belmonte; la eliminatoria en la Copa del Rey ante el Real Oviedo, que entonces era uno de los históricos de Primera División, y la tristemente recordada promoción de ascenso frente al Córdoba, donde el Almería rozó la gloria antes de caer eliminado en la prórroga.


Fue una de las más grandes temporadas que se vivieron en los últimos años del estadio de la Falange, con nombres que ya forman parte de la memoria popular, como aquella alineación inolvidable formada por: Aramayo; Zapata, Murcia, López, Gil, Cayuela, Rojas, Unamuno, Belmonte, Artero y Morales.



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