La italiana que revolucionó Regiones

Llegó la diva, el mito erótico del momento, a rodar a Almería y se paró ese barrio humilde del extrarradio capitalino

Sophia sentada en un bidón durante el rodaje de una escena en Cabo de Gata.
Sophia sentada en un bidón durante el rodaje de una escena en Cabo de Gata.
Manuel León
12:36 • 05 nov. 2017

A la niña María del Mar Martínez Sola, su madre la peinó con deleite, como si fuese a hacer la Primera Comunión, y le derramó medio frasco de agua de colonia para que oliera bien. Se había corrido la voz de que venía una gran artista a rodar una película y todo el barrio salió a la puerta a recibirla. Y la madre de María del Mar soñó despierta -con la imaginación caudalosa que tienen las madres- que la vedette que venía a Regiones iba a tomar a su niña de la barbilla y le iba a plantar un beso sonoro en la frente.




Sofía Scicolone, el verdadero nombre de la actriz Sophia Loren y antes Sofía Lazzaro, llegó en la plenitud de sus 37 años en un auto rutilante a la Plaza del Mercado de Regiones Devastadas, llenando de felicidad todo ese proletario barrio.




Espléndida con un vestido azul eléctrico y un abanico, la actriz repartió besos, pero ninguno fue a parar a la niña María del Mar. Fue tanto el revuelo y tanta la gente emocionada que se arremolinó para tocarla, que la diva italiana se metió de nuevo en el coche azorada.




En ese barrio humilde almeriense, levantado con trescientas casitas después de la Guerra, junto a la Carretera de Ronda, se rodaron tomas de la película “Blanco, Rojo y...” en la que Sophia Loren interpretaba el papel de una guapa monja que asistía a enfermos en un hospital. Se le dio al barrio el atrezzo de una ciudadela moruna y aparecieron paisanos con chilabas que conducían isocarros con cajas de verduras para venderlas en los puesto del Mercado, junto a  la empinada iglesia de San Isidro y el antiguo Teleclub San Fernando.Durante varios día permaneció el set de rodaje filmando secuencias de la película en ese ambiente trajinero y vocinglero del que requería el relato de la película. Hasta que el equipo dirigido por Alberto Lattuada recogió los bártulos y Sophia, la divina Sophia, el mito erótico de la época, desapareció de ese barrio almeriense edificado en tiempos del urbanismo falangista.




Sophia Loren, la misma Sophia que dentro de unos días se paseará del brazo de Gabriel Amat por las inmediaciones del Cervantes y tendrá una estrella con su nombre, llegó por primera vez a la provincia por carretera el 15 de septiembre de 1971 procedente de Málaga, donde se había rodado parte de la película que en un principio llevaba por título ‘El cálido otoño”.




Arribó a Aguadulce con su esposo, el productor Carlo Ponti, y su hijo Carletto, hospedándose en el Hotel Meliá, donde las productoras italiana y española habían montado su cuartel general. Poco antes que la actriz, habían llegado su hermana Maria y su sobrina Alessandra Mussolini.




Junto a la bella italiana -de la que una canción de la época decía que era la mejor compañía para ver las estrellas- aparecían en la coproducción italoespañola  el comediante Adriano Celentano, Fernando Rey, el galán Juan Luis Galiardo y Teresa Rabal. En Almería, el rodaje se demoró desde el 16 al 25 de septiembre, en plena efervescencia del idilio de los directores por Almería, cuando llegó a haber un censo de más de 800 figurantes y cuando empezaba a presagiarse la caída por los precios abusivo y la especulación con los terrenos.




Las imágenes que aparecen de la provincia en la película son las de Sophia Loren encarnada en su papel de monja, con sus hábitos inmaculados, deambulando por San Miguel de Cabo de Gata, presa de sus recuerdos, frente a un viejo cortijo derruido y un aljibe, donde la ficción deja ver que fue el lugar donde nació. Allí se construyeron en esos días los decorados de unas torres petrolíferas, donde murió calcinado su amor de juventud, mientras la actriz luce sus piernas infinitas, con su melena al viento almeriense,  aposentada sobre un bidón de gasolina.


También hay escenas de “Blanco, rojo y...”, una obra que pasó sin pena ni gloria por los cines, en la carretera de Turrillas, la susodicha Plaza de Regiones, el Puerto y el Hospital Provincial.


En esos días predemocráticos, en los que los almerienses decidían sus candidatos a Procuradores en Cortes entre Antonio Andújar, Juan Antonio Gómez Angulo, Antonio Gómez Vizcaíno, Antonio Moreno Martín, Manuel de Oña Iribarne y Emilio Pérez Manzuco, la estrella italiana comentaba a la periodista Goya Lobato, en la prensa local, que  todavía le quedaba mucho por aprender, tanto en el cine como en la vida.


Sophia se quejaba esos días también del asfixiante calor almeriense camino de San José donde almorzó pescado en una de esas jornadas de intenso rodaje de mañana y tarde, en las que debía ir enteramente cubierta con los hábitos, con la cofia y un crucifijo colgando de su cuello de cisne. Sophia, cuando llegó a Almería, ya estaba totalmente consagrada como actriz tras su intervención como protagonista en películas  como la oscarizada Dos Mujeres, Orgullo y Pasión o El Cid dirigida por Anthony Mann. Pero cuando más a gusto se sintió siempre fue con su eterno compañero y compatriota Marcello Mastroianni, a las órdenes de Vittorio de Sica, en esos filmes del neorraalismo italiano, en los que la picardía se mezclaba con el sentimiento.


Era una época en la que las figuras italianas como Claudia Cardinale, Gina Lollobrigida o Anna Magnani dominaban las carteleras de los cines almerienses, desde el Roma al Moderno, desde el Monumental al Hesperia, desde el Apolo al Emperador. La mujer con más curvas de la historia del cine, el mito lujurioso de los calendarios Pirelli, desapareció como vino de Almería rumbo a Madrid junto a su marido y su hijo, antes de volver a Roma.


Criada en Nápoles bajo una severa pobreza, hija de madre soltera que quiso también ser actriz, Sophia podría haber vuelto a rodar en Almería como la protagonista femenina de Conan, junto a Silvana Mangano y Telly Savalas, pero el plan no salió adelante hasta dos años después, bajo otro proyecto diferente.  Tiempo después de irse de Almería se supo de ella que fue recluida en prisión por eludir al fisco italiano  y entonces ni el centenario de Garibaldi, el héroe de la unificación italiana, movilizó a tanta gente en la calle pidiendo la absolución de su heroina nacional.


Ahora vuelve de nuevo Sophia a pisar suelo almeriense, 45 años después, con 83 años, como una magnolia ajada por el tiempo,  pero conservando destellos de lo que  fue: el amor platónico de múltiples  generaciones  del pasado siglo XX cambalache.



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