Panorámica de unas aspas que encajan la ventisca diaria

¿Qué ha sido de Los Molinos en las últimas décadas? “Ha evolucionado a nivel urbanístico. Ahora esta zona es más conocida que antes, sobre todo la calle Instinción y la carretera de Níjar, que son dos vías de paso importantes que le han dado visibilidad”.

Así lo describe Cristina, propietaria de la tienda de cortinas, tapicería y decoración textil Marlop. Una amiga que se encuentra con ella en el establecimiento ratifica lo expuesto por Cristina. 

Múltiples servicios Farmacias, panaderías, peluquerías, oficinas bancarias, un centro social que organiza múltiples actividades... En opinión de estas dos vecinas, Los Molinos cuenta con todos los servicios necesarios. 

“Lo cierto es que tenemos más clientes de fuera del barrio que de dentro; especialmente de La Cañada y El Alquián”, prosigue Cristina. 

No obstante, los autóctonos conocen bien la tienda, que se ha convertido en un referente debido a su antigüedad. Algo similar ocurre con la clínica veterinaria Los Molinos, “que siempre está llena por las mañanas” y “a la que acuden personas de toda Almería”, al ser bien reputada. 

Amplio rango de edad “Entre los vecinos, se ven todas las edades. Hay mucha gente mayor, pero parece que va viniendo gente joven y ha aumentado la demanda de alquiler, sobre todo por las calles próximas a los institutos. El Albaida y el Alhadra le proporcionan movimiento al barrio”, ratifica Cristina. 

Las fiestas de San Antonio en el mes de junio colorean el vecindario de jueves a domingo, con juegos infantiles, una chocolatada, conciertos y atracciones de feria, entre otras actividades. El único inconveniente ha sido el traslado del recinto hacia un área más oscura y menos transitada, situada junto a las vías del tren. 

“Se organizan otros eventos el resto del año. En Navidad, por ejemplo, suele haber actuaciones musicales, villancicos y ese tipo de cosas”, añade Cristina. “Los Molinos está mal visto en Almería pero, por otro lado, ahora está mejor situado que antes. A la gente le gusta esta zona porque tiene salida a la autovía. El Carrefour y el centro comercial están al lado y tampoco estamos tan lejos del centro”, analiza. 

Rejuvenecimiento En la zapatería Cálzate, Desiré coincide con Cristina en varios puntos. “Está viniendo mucha gente joven del Puche”, comenta. “Eso es bastante bueno porque se ven más niños por el barrio. En verano, da alegría que los parques estén repletos”. 

Tanto Desiré como Cristina y su amiga apuntan que la zona alta del vecindario se ha tornado más peligrosa. No obstante, “dicen que van a hacer obras. Parece que quieren quitar el descampado y poner más casas. Eso mejoraría el ambiente del barrio”.  

Tiendas de barrio En cuanto a los comercios, “entre los vecinos nos intentan mantener. Y el hecho de que abrieran el Día, así como el que haya una parada de autobús al lado nos beneficia”.  Desiré señala, asimismo, la variedad de supermercados existente en la zona, al igual que de zapaterías, tiendas de ropa y negocios de diversa índole. “También han abierto muchos 24 horas. No nos podemos quejar, aunque vendría bien que hubiera algo más”, matiza. 

En una de las farmacias de la zona, Emilio indica que Los Molinos se ha visto muy afectado por la crisis económica. “El vecindario está muy empobrecido. Se nota en las ventas porque la gente no compra los medicamentos que no están financiados por la Seguridad Social, como los antitusivos, por ejemplo”. 

“Se trata de un barrio obrero, humilde. Se sufre el paro porque a las 12 del mediodía te encuentras personas de 30 años paseando”, añade. 

Descenso paulatino “Pienso que la zona está bajando mucho. Almería tiene bastantes barrios marginales, como El Puche, Los Almendros, Piedras Redondas, Pescadería... Y Los Molinos podría ir por el mismo camino si no mejora la cosa”. 

“Yo hay gente que no sé de qué vive porque no tienen trabajo y las ayudas sólo te llegan cuando tienes una familia que mantener. No me explico cómo hacen para llegar a fin de mes”, apunta Emilio. 

Dificultades Mientras tanto, una vecina que es clienta habitual de la farmacia entra en el establecimiento. Al poco tiempo de haber entablado una conversación sobre las donaciones de órganos, confiesa que recibe ayuda de Cáritas desde hace meses para poder alimentar a su hijo. 

“Si no fuera por ellos, yo no sé qué haría. Tengo una ayuda económica, pero ni con eso me llega. Suele salirme algo en los meses de verano y durante las temporadas de vacaciones, pero el resto del año no encuentro nada de trabajo. Hay más gente que está como yo o peor y la verdad es que se hace muy cuesta arriba”. 

“En la iglesia me dan leche y productos básicos. Voy cada 15 días a recogerlos. También intercambiamos ropa: ellos me dan a mí y yo le doy a ellos la que ya no uso. Además, voy a una tienda de ropa de segunda mano cuando tengo que comprarme algo”. 

“Ahora ves gente en Cáritas que nunca te hubieras pensado que iba acudir a un sitio así a pedir, como supongo que le sucede a más de uno cuando se entera de que ese es mi caso”, declara esta vecina. 

Emilio se sorprende al oír esto, pues no imaginaba que alguien como ella debía recurrir a dicho tipo de asistencia. “Hay muchas personas en una situación similar y a veces, como es el caso de esta vecina, ni se sabe”, afirma. 

“Si lo vendemos todo de color de rosa y no contamos lo que sucede en realidad, nunca van a arreglar nada”. 

Disparidades Emilio define Los Molinos como un barrio de contrastes, en el que “lo mismo ves pisos nuevos –de construcción moderna– que ves casas tipo pueblo”. “También se aprecia en algunos comercios que bien podrían ubicarse en un pueblo, como esta propia farmacia. Estamos en la ciudad y no lo estamos, al mismo tiempo”. 
Frente a un estante clásico de boticario con frascos de porcelana, Emilio reflexiona sobre la situación de Los Molinos: “Es cierto que hay problemas, porque los hay, pero también hay gente buena. De hecho, la mayoría de la gente lo es. No es un vecindario conflictivo en absoluto. A mí no me lo parece”, sostiene.