Los africanistas de Almería

Almería intentó en un tiempo sacar provecho comercial de su cercanía con el Norte de Africa, cuando se constituyó en 1922 la Liga Africanista como un lobby de los inter

En el teatro cervantes, el conferenciante Mariano Marfil, marcado con una x, y a su lado el presidente de la Liga Africanista,  José Sánchez Entrena,
En el teatro cervantes, el conferenciante Mariano Marfil, marcado con una x, y a su lado el presidente de la Liga Africanista, José Sánchez Entrena, José Luis Sánchez Teruel
Manuel León
19:54 • 03 mar. 2018

Hubo un tiempo -más que ningún otro que vino después- en el que Almería quiso jugar un papel predominante en el recién creado Protectorado de Marruecos. Era una provincia dominada por los señores de la uva, del esparto, de la banca y por los diputados de distrito; era una Almería caciquil en la que unos pocos seguían viviendo muy bien -encorsetados en corbatines de alfileres y sosteniendo cigarros puros entre los dedos- y otros muchos seguían sufriendo calamidades propias del medievo. En esa página amarilla del almanaque urcitano,cuando  estaba a punto de hacerse con las bridas de España -con el beneplácito del Borbón- el militar Miguel Primo, es cuando surgió con ímpetu en Almería el movimiento africanista: una suerte de lobby empresarial, que no se sabía muy bien a qué jugaría, pero que quería beneficiarse comercialmente, como ninguna otra provincia patria, de su cercanía geográfica al Rif.




Así se constituyó en 1922, como delegación provincial,  la Liga Africanista de Almería, que buscaba como primer fin la declaración de Almería y Melilla como ruta oficial para los servicios del Estado y la instalación de una “reserva estratégica” (sic). En esos años, se dirimía la Guerra de Marruecos, acababa de producirse el Desastre de Annual y en Almería ya se había creado el célebre Regimiento de la Corona y se empezaba a vislumbrar la idea de un Campamento en Viator.




A esta patriótica organización se adhirieron los más poderosos prohombres de la provincia y quedó sellada bajo la presidencia del empresario José Sánchez Entrena, con domicilio en la calle Navarro Rodrigo. Entre otros directivos figuraban Eduardo Romero Valverde, Emilio Esteller, Fernando Gómez Talavera, Eulogio Romay, los doctores Eduardo Pérez Cano Juan Antonio Martínez Limones y Antonio Villegas Murcia, éste un popularísimo comerciante de la ciudad, concejal, que tuvo un papel predominante en la relación con Marruecos por lo que fue moteado por sus coetáneos como el ‘Jalifa de la Almedina”.




Antes de esa Liga Africanista, Almería ya tuvo un antecedente en 1891 con la actividad desarrollada por la Sociedad de Africanistas, con sede en el Teatro Apolo, creada  con la fértil idea de establecer lazos comerciales con las ciudades norteafricanas, en tiempos en los que se contaban por cientos los almerienses que emigraban a los atochares de Orán.




Habían transcurrido diez años desde que más de un centenar de jornaleros de la provincia habían sido pasados a alfanje en los campos de Saida por la tropa de una kábila independentista y los industriales almerienses querían pasar página para poder hacer negocios y aplacar el instinto de ‘odio al moro’. De esa primitiva Junta formaron parte Juan José Vivas Pérez, Antonio Rubio, Francisco Jover y Tovar, Guillermo Verdejo y José Rumí, entre otros.




La nueva Liga, sin embargo,  tres décadas después, surgía con otro ímpetu y como un grupo de presión provincial en esa soberanía parcial que se ejercía mediante Tratado de 1912, junto a los franceses, en el territorio del Protectorado.




Sin embargo, como ha ocurrido más de una vez con este tipo de iniciativas en la historia de Almería, la Liga pecó de ocuparse más de aspectos folclóricos y actos sociales que de conseguir sus verdaderos fines: obtener una ventaja competitiva para la economía de Almería en los tráficos comerciales con Marruecos.




Lo primero que decidió la Junta Directiva fue organizar una función de gala y honor en el Teatro Cervantes, viajes a varios pueblos de la provincia y un banquete popular de quinientos cubiertos. A los pocos meses de su constitución, uno de sus actos principales fue la conferencia  impartida por el subsecretario de la presidencia del Consejo de Ministros y diputado a Cortes por la circunscripción de Almería, Mariano Marfil. Ese día pareciera que llegaba en tren el mismísimo Dios Apolo a la capital: a la Estación de Fiñana fue a esperarlo una Comisión de la Liga encabezada por Sánchez Entrena y el canónigo magistral señor Roda. A su llegada a la Estación de Almería le dispararon gran número de cohete enmedio de una estruendosa ovación, relatan las crónicas periodísticas de esos días. En la sede, tras dejar equipaje en el Hotel Simón, se brindó con champán en su honor y la banda municipal interpretó una serenata. Después la comitiva visitó la Alcazaba y a las diez de la noche se llenó el Teatro para la conferencia del prohombre, glosado previamente por Antonio Villegas.


Marfil habló de Almería con elocuencia, piropeó los ojos de las mujeres en las plateas, enfatizó el arrojo de los heroicos soldados de la Corona y pronosticó días de gloria para la provincia como cruce de caminos hacia el continente Africano. Y nada más, como vino se fue, el señor Marfil, dejando en el aire en fechas posteriores la pregunta de para qué había servido toda esa suntuosa parafernalia en cuyos estipendios había colaborado también el propio Ayuntamiento de la ciudad.


Quien más arrojo puso, quizá, por rentabilizar la Liga Africanista para los intereses económicos de Almería fue Antonio Villegas, un hombre que se hizo así mismo, partiendo del trabajo laborioso en una pequeña imprenta en la calle Arráez y que con más de 40 años se recluyo un año entero en su domicilio para obtener el título de abogado del que le faltaban algunas asignaturas. Fue un recurrente jurisconsulto de Diputación y concejal adscrito al Partido Maurista.


Fue un político de derechas y derechos, muy popular entre los obreros, sobre todo por su prudente gestión en la huelga de panaderos y por su colaboración en la fundación del Pósito de Pescadores y de la Escuela ‘Pan y Letras’. En las actas municipales tiene, por ello, consignados varios votos de gracia. Tras la Guerra Civil cayó en el olvido y falleció en 1950.


A pesar de sus desvelos por la causa africanista y de los puentes que abrió con su buena relación con El-Kader-Hach, delegado del Gobierno marroquí, la actividad de la Liga se fue apagando y nada sacó Almería en limpio de toda esa suerte de agasajos y banquetes que adocenaron a sus representantes.



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