Villablanca se presenta, por antonomasia, como un espacio para la vida sosegada. Su ubicación en el norte de Almería, en un área en continua expansión, lo configura como uno de los principales núcleos residenciales de la periferia.
Sin embargo, hasta hace escasas décadas, la zona estaba ocupada por varios cortijos, reconvertidos en locales y parcelas para viviendas; algunas de las cuales continúan vacías.
Cambio radical
“Aquí no hubo intermedio: esto pasó de ser una zona rural sin nada a quedar invadido por el boom de la construcción”. Así lo describe Francisco Jesús, propietario de Aloe Café y Té, quien recuerda bien el antiguo aspecto del lugar. Tiene 63 años y reside en Villablanca desde los 14. No obstante, ha frecuentado el barrio desde los 9 años, ya que su padre poseía una fábrica de lejías en la avenida Madre María Aznar, en la misma parcela en la que él inauguró su negocio. Asegura que “es el único restaurante enteramente vegetariano-vegano de la provincia”.
Los vecinos y la lluvia
Al igual que se erigió como pionero en la cocina exenta de carne animal, su restaurante fue uno de los primeros en abrir en la zona. “Ahora sólo quedamos Pepa (otra vecina de edad similar) y yo. Los que vivían aquí antes han muerto o se han mudado”, esgrime.
Un poco más abajo de su negocio y frente al Parque Villablanca, hay una hilera de 5 viejas casas de planta baja. Francisco Jesús cuenta que fueron las primeras de la barriada. El parque fue inaugurado en febrero de 2011, momento en el que también comenzó a funcionar el denominado ‘tanque de tormentas’, un espacio subterráneo que almacena las aguas procedentes de los colectores pluviales circundantes.
El tanque se construyó para paliar las inundaciones recurrentes que sufría el barrio cada vez que caían lluvias torrenciales. El agua que alberga se utiliza, en su mayor parte, para regar las zonas verdes de la parte norte de la ciudad. Aun así, en 2014 se instaló un nuevo colector pluvial, ya que los existentes se colapsaban.
Fue precisamente ese el año en que algunos ocupas comenzaron a entrar ilegalmente en viviendas vacías, unas propiedad del banco y otras segundas residencias de particulares. Este hecho ha traído de cabeza a los vecinos en los últimos años.
Fases de construcción
La edificación comenzó por el sur, con el Cortijo La Salle. “Lo gestionaban los frailes. Cuando lo vendieron, se construyó la primera fase de Villablanca”, cuenta Francisco Jesús. En ese área, en la carretera Alhadra, se ubica un colegio La Salle, cuyo terreno formaba parte del cortijo homónimo.
La segunda fase llegó cuando el proyecto del centro comercial Mediterráneo se hallaba aún sobre el papel, a finales de los 90. “Grandes empresarios fueron adquiriendo los terrenos de los cortijos y se empezó a edificar fuerte, sobre todo, a partir del 2000. Lo último en construirse fue esta zona”, dice refiriéndose a los alrededores de su local. Las obras actuales se orientan hacia el noreste, en dirección al futuro centro comercial de Torrecárdenas.
Aun así, todavía queda algún vestigio del pasado. “Poca gente sabe que la avenida Madre María Aznar sigue siendo un camino real de ganado. Eso significa que si mañana las cabras inundan la carretera, no las pueden echar, por más tráfico que haya. Antes, en diciembre, solían bajar desde las sierras nevadas, para pastar”, cuenta Francisco Jesús.
Una zona de cortijos
Las fincas agrícolas de Villablanca se encontraban dentro de la conocida como Loma de Acosta. “Desde aquí se veía Almería entera, hasta el mar. Era un sitio privilegiado”, comenta Francisco Jesús.
La superficie que ahora ocupa el Parque Villablanca formaba parte del Cortijo Bretones. “Ahí se sembraban los mejores tomates de Almería, de las variedades Raf y Muchamiel”, afirma. En su opinión, fue gracias a Manuel Bretones, el dueño de la finca, que se conservaron dichas variedades, especialmente la del tomate Raf. “Las mantuvo por su calidad, aunque daban pocos kilos y por eso en otras parcelas preferían plantar otro tipo de tomates”, aclara.
De forma análoga detalla que, limitando con el Cortijo Bretones, existía una finca señorial del siglo XIX: “Un cortijo enorme, que llegaba hasta lo que ahora es el Alcampo y tenía una balsa grandísima”.
Un poco más abajo del Parque Villablanca, cerca del convento del Sagrado Corazón, se situaba la Casa del Medianero. “Allí vivía una pareja mayor. El hombre murió y la mujer se fue de la casa, la cual tiraron en uno de los proyectos de nueva construcción”.
Los cortijos mencionados y la Casa del Medianero no eran las únicas residencias de importancia en la zona. En la superficie que ocupan los bloques de las calles Estrella del Norte, Osa Mayor y Osa Menor se ubicaba el conocido como Cortijo de los Rigores. “En esa finca tenían plantado un eucalipto enorme. De altura, llegaba como hasta lo que sería una sexta planta”, explica Francisco Jesús. Comenta que de ahí proviene el nombre del pequeño ‘Barrio del Eucalipto’, situado a medio camino entre los vecindarios de Villablanca y Torrecárdenas.
Francisco Jesús menciona igualmente el Cortijo de los Méndez, situado en el terreno que ocupa su restaurante. “A ese cortijo le compró mi padre estos locales”, comenta.
La Casa del Cine
Asimismo, existía en la zona otro cortijo señorial, que databa de finales del siglo XIX y principios del XX y era conocido como Cortijo Romero. Su edificio principal se transformó en la Casa del Cine, que abrió sus puertas a comienzos de 2012, en el número 1 del camino Romero. Durante la época dorada de la cinematografía almeriense alojó a varias de las estrellas del celuloide que aparecieron en películas rodadas en Tabernas, las playas del levante y el propio cortijo.
Destaca la figura de John Lennon, que se hospedó allí con su primera mujer, Cynthia Powell, entre octubre y noviembre de 1966. Su estancia duró las 6 semanas en las que aconteció el rodaje de la película ‘Cómo gané la guerra’. Consistió en una parodia del cine bélico a cargo de Richard Lester, en la que Lennon actuó y cuya acogida no fue excesivamente brillante.
Lo más probable es que el crecimiento de Villablanca borre el rastro físico de todas esas huellas. En cualquier caso, siempre formarán parte de la historia del barrio.
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