Retamar es uno de esos lugares con olor a agua salada, crema solar y helados de variados sabores que hipnotizan el olfato. Un enclave en el que la vista no escapa al espectáculo de la espuma marítima fundiéndose en la arena.
Esta urbanización con forma de franja alargada que muere en el litoral nació hace más de 50 años como foco de veraneo y escape al estrés diario. En ella proliferaron varios bloques de pequeños apartamentos cercanos a la playa. Sus dos conjuntos residenciales pioneros fueron ‘Los Girasoles’ y ‘Las Burbujas’. A estos les siguieron ‘Los Chocolates’, denominados así por su color marrón y ubicados a escasos metros de la orilla.
Junto a estos edificios, el antiguo hotel Alborán –que ya no existe– ofrecía alojamiento a unos huéspedes ávidos de sol, mar y tranquilidad. Así, tanto almerienses como familias venidas de todos los rincones del país y el extranjero eligieron Retamar como destino habitual para sus vacaciones. Transcurrían los años 60. La apertura económica de España estaba en marcha y los viajes de ocio o el retiro veraniego a una segunda residencia comenzaban a convertirse en costumbre.
Despegue urbanístico
En la década de los 90, la paz y el sosiego continuaban invadiendo cada rincón de Retamar, pero sus dimensiones se habían ampliado de manera considerable. De este modo lo recuerda Juani, cocinera en el colegio Torremar, que se trasladó a la barriada en 1999. Su marido y ella habían comprado una vivienda para las vacaciones. Un tiempo después decidieron mudarse de forma permanente.
“En verano, nos pasábamos el día con las puertas de las casas abiertas. Nos conocíamos todos. Éramos, sobre todo, familias. Había alguna gente mayor también. Hoy ya no se nota la misma confianza de antes porque la vida ha cambiado. Cuando salimos a la calle con los niños, siempre les decimos que se queden donde podamos verlos”, describe. “El ambiente ahora es distinto, pero esto me sigue gustando mucho”, matiza.
Añade que echa en falta algún supermercado grande y sostiene que un centro comercial repercutiría positivamente en la zona. “Ya no sabemos comprar en tiendas de barrio. Creo que por eso no tienen éxito aquí. Algunos lo han intentado, pero han acabado cerrando. Yo misma probé a abrir un supermercado y no funcionó. Me creaba más deudas que beneficios”, analiza Juani, quien también se vio obligada a desistir.
Transformación
La construcción de El Toyo como urbanización anexa a Retamar propulsó su desarrollo a partir de 2005. Marcó lo que comúnmente se conoce como ‘un antes y un después’.
El Toyo fue creado para albergar a los deportistas de los decimoquintos Juegos Mediterráneos celebrados ese año en Almería. Encontró una segunda finalidad como gran zona verde residencial, con un extenso campo de golf. Y, desde luego, no escatimó en su intención de atraer al turismo con la inauguración de los 5 macrohoteles que se instalaron en el área.
Dualidad
El mencionado crecimiento y la cercanía al núcleo urbano de Almería convirtieron estas dos urbanizaciones en una ciudad dormitorio que, al mismo tiempo, continúa siendo considerada por muchos como un lugar de vacaciones. Esta doble circunstancia parece haber originado el dualismo que experimenta la barriada.
El censo indica que Retamar y El Toyo superan hoy los 7.000 habitantes, aunque es posible que no refleje una cifra real. “No todos los que viven aquí están empadronados”, apunta Juani. Señala que la población exacta no se encontrará reflejada hasta que los vecinos se acostumbren a considerar ambas urbanizaciones como su auténtico lugar de residencia.
Por otra parte, el número de personas se triplica en verano. De este modo, el pasado y presente turístico de Retamar ocasiona que una mayoría de negocios pertenezca al sector de la hostelería.
Cafeterías, restaurantes y bares abundan en un área en la que escasean comercios de otro tipo, necesarios para la vida diaria. Existen varios supermercados, entre los que se cuenta un Supremo situado junto a la playa, en el mismo solar en el que se ubicó el desaparecido hotel Alborán. Sin embargo, Juani apunta que muchos vecinos realizan sus compras en el Mercadona de La Cañada, por ser la gran superficie más cercana.
Para visitar tiendas de ropa, calzado o cosmética hay que salir de la urbanización. Lo mismo ocurre cuando se precisan los servicios de una oficina bancaria o de Correos, pues tampoco disponen de ellas en la zona. A día de hoy, sólo existen dos cajeros automáticos: el primero situado en la gasolinera ubicada junto a la carretera de Níjar y el segundo (abierto hace unos meses) a la espalda de la Plaza del Mar, en El Toyo.
Más familias
Vecinos y comerciantes indican que un perfil muy frecuente en Retamar es el de familias jóvenes con hijos. En este sentido, Juani afirma que el colegio de educación infantil y primaria en el que trabaja “se quedó pequeño el primer año”.
José, director del centro, lo explica en mayor detalle: “Al crearse este colegio y el hospital de Alta Resolución de El Toyo, muchas familias de Almería o de Níjar que veraneaban aquí se vinieron a vivir. El centro abrió en 2005 con ciento y pico alumnos en total y hoy tenemos entre 900 y 1.000. Ahora estamos en unos 100 niños por nivel”.
El instituto de secundaria Retamar, que funcionaba en aulas prefabricadas desde hacía varios años, cuenta desde este curso con su propio edificio, al lado del colegio. Es el resultado de una persistente demanda de la asociación de vecinos y el colectivo de padres. Tal hecho evidencia el aumento de la población, pues, en palabras de José, “esto, como zona residencial, es espectacular”.
El día a día
En la ferretería Ferremar comentan aspectos similares a los ya expuestos. “La parte de la playa está más muerta en invierno, pero por aquí sí se ve movimiento el resto del año. Por la mañana está todo a tope en cualquier cafetería de esta calle”, manifiestan refiriéndose al camino de la Botica, en las inmediaciones de la gasolinera.
Retamar resguarda así su actividad invernal en el interior, mientras sigue orientando su atención hacia el mar durante el periodo estival.
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