¿Cómo fueron tus inicios?
A los 17 años empecé a trabajar. Mis padres se murieron jóvenes. De pequeño me gustaba mucho la radio, era mi pasión. Empecé en la Cadena Cope en 1967 llevando el control de sonido. Luego tuve un programa que se llamaba ‘Plataforma Mundial del Disco’. De ahí viene el nombre de Plataforma... Tengo una discoteca de 30 mil vinilos en la casa de Martínez Campos. Y produje a muchos músicos, como Hilario Camacho, por ejemplo. Plataforma la fundé en 1975. Sin temor a equivocarme te puedo decir que es la empresa de publicidad y comunicación más antigua de España.
¿Cuál es tu gran vocación?
La comunicación per se. La radio posibilitó que descubriera la publicidad. También colaboré con Radio Sebastián y con Radio Madrid. Tenía muy claro que si no sales de Almería te quedas inmovilizado. Y yo no he tenido complejos. En 1982 ya tenía la primera delegación en Granada.
¿Las empresas almerienses están ya apostando por el marketing y la publicidad?
Hay que distinguir entre una punta de lanza de empresas que sí están apostando. Se ve una mayor actividad en diseño y comunicación. Pero en el sector agrícola la inmensa mayoría de las compañías no han creído en la potencia de una marca y en la estrategia. El valor de sus ventas se multiplicaría si optaran por la marca, el packaging, etc.
En el sector se dice que no se dirigen al cliente final o al menos no de forma directa y por tanto que no les hace falta el marketing...
Es la gran excusa. Estamos asentados en la comodidad. Falta un plan, una marca que enamore. Aunque no dejo de reconocer todo lo que se ha hecho en el campo almeriense. Desde los ocho años me crié en la Venta del Viso, en El Ejido. En El Parador se tiraba el pescado en grandes extensiones de terreno para secarse y hacer harina de pescado. Olía fatal (ríe). Aquello era un páramo que describía muy bien Gerald Brenan en ‘Al sur de Granada’. Y fíjate que en tan poco tiempo, de vivir 3000 personas en el Poniente ya viven 300 mil personas. Es el mérito de una gente fantástica.
¿Cuándo entró Almería en la modernidad?
El ADN emprendedor está de Aguadulce para allá y de Níjar para arriba, hacia el Levante. Almería capital se debe mirar en el espejo de la provincia, que le ha dado el marchamo de posibilismo y desarrollo.
Javier Marías escribía el otro día en El País que hoy parece que estamos indignados con todo. ¿La revolución era esto?
(Ríe) Sí, es verdad lo que dice Marías. Vamos tan rápido que no nos damos cuenta de todo lo positivo que tenemos a nivel colectivo e individual. Cualquier noticia mala nos la autoinyectamos y estamos envenenados. Como sociedad España es un ejemplo fantástico. Hay demasiados localismos porque la gente no viaja. La meta es ir a Cancún. ¡Eso no es viajar! (risas). Tenemos un país maravilloso por descubrir.
¿La sociedad es fuerte o blanda?
Tenemos una sociedad absolutamente quejica y sin capacidad de sufrimiento. Si sabes sufrir la alegría de la vida es mayor. Cuando me vuelvo quejica me acuerdo de la Venta del Viso (risas).
¿A qué temes?
No he sido un hombre de miedos por haber tenido una infancia en blanco y negro. Vi el color a los veinte años. Amo la vida y a la gente. Los miedos los perdí a los ocho años, cuando tenía que ir hasta Carcauz por la noche para que me dieran la tanda del agua.
¿A quién admiras?
A mi madre. Se murió cuando yo tenía catorce años. El espejo en el que me he mirado ha sido Dolores Leyva Leyva. Fue el motor del Poniente, una emprendedora. Durante toda mi vida he ido cada semana a ponerle flores en el cementerio. Ahora, cada quince días.
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